Efectúan encuentro alrededor del quehacer de la colaboradora de La Jornada y su visión del arte mexicano desde el museo que dirigió de 1990 a 2001
Viernes 14 de febrero de 2020, p. 5
En vísperas del tercer aniversario luctuoso de la académica y crítica de arte Teresa del Conde, que se cumple el domingo 16, se efectuó la charla Teresa del Conde. Una visión del arte mexicano desde el MAM en el Museo de Arte Moderno, recinto que dirigió de 1990 a 2001.
Ese acto se suma a la exposición De aviesa intención: sicoanálisis e identidades en el arte mexicano. Homenaje a Teresa del Conde, que concluirá el 8 de mayo.
La plática, a cargo de los artistas Dulce María de Alvarado y Francisco Castro Leñero, contó con la presencia de Natalia Pollak, directora del MAM, y Laura y Carmen Corona, hijas de la homenajeada.
Para De Alvarado, la larga gestión de Del Conde al frente del MAM permitió ‘‘profesionalizar su funcionamiento en los aspectos académico, administrativo, estructural, museográfico y artístico”. Es decir, ‘‘construyó los cimientos’’ de ese museo.
‘‘Sin orden ni concierto, sin apoyos, sin estructura, sin presupuesto, sin un programa de exposiciones ni actividades, el MAM tenía varios años sumido en un bache que preocupaba a las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes. En tal situación propusieron a Del Conde dirigirlo para su rescate”.
El MAM existía aunque ‘‘sin cumplir una función, entre otras, atender a las generaciones de artistas que no tenían cabida en otros museos”.
Art writer prolífica y constante
De Alvarado, quien fue parte del equipo de trabajo de Teresa del Conde, sostuvo que ésta ‘‘no vino a dirigir un museo; vino, en principio, a erigir un museo. Siempre lo definió como: ‘La resurrección de Lázaro’, misión que comenzó el 15 de junio de 1990”.
El ‘‘buen humor e inteligente dirección” de Del Conde ‘‘nos movía para trabajar intensamente y nos daba la libertad de avanzar en el modo que cada quien tenía para lograrlo, cosa nada frecuente en los directivos; eso sí, siempre con su visto bueno”. Priorizaba la atención que debía darse a todos los artistas, pues aseveraba: ‘‘Sin el trabajo de ellos no habría museos”.
Castro Leñero recordó que Del Conde ‘‘gustaba definirse con el término inglés art writer para valorar el oficio de la escritura guiada por la pasión del arte. Fue una escritora constante y prolífica, pues más allá de los artículos semanales que durante años publicó sobre todo en La Jornada –quizá algún día sean recopilados como fuente de valiosa información de nuestro pasado reciente–, dejó muchos volúmenes que patentizan sus intereses y opiniones en el campo de las artes”.