Un Ciclón que no termina // Sevilla más se encasilla // ¿Oportunidad para Hermosillo?
osé San Martín, incansable promotor taurino y hacedor de toreros –Joselito Adame, Hilda Tenorio, Pepe Murillo, Juan Chávez, por citar–, dirigiéndose a empresarios, ganaderos, toreros, comunicadores, bibliófilos y aficionados, preguntaba a finales de enero en un correo electrónico: ¿Se acordarán de Carlos Arruza? Es triste y lamentable que faltando unos días para que se cumpla el centenario del nacimiento de una de las más grandes figuras del toreo universal, como fue el arrollador Ciclón Mexicano Carlos Arruza (17 de febrero de 1920), no se haya promovido por parte de ¡nadie! un homenaje para exaltar la enorme importancia de este torero extraordinario que mandó aquí y allá. Arruza fue un titán como matador de toros y como rejoneador y un ganadero de primera categoría, tanto en México como en España. Aún es tiempo, aunque apresurado, para recordar a este gigante de la torería al que no se ha valorado en toda su dimensión. Dejemos de ser taurinos o aficionados sin memoria. Hagamos algo por exaltar los valores auténticos de nuestra fiesta.
Algo oyó la sorda empresa en turno, que decidió improvisar la entrega de un trofeo (una triste plaquita con el nombre de Carlos Arruza grabado) al triunfador de la corrida del 5 de febrero, e incluso se invitó al matador Manolo Arruza a que entregara dicho trofeo para acabar de cubrir el expediente. Afortunadamente, el hijo de El Ciclón no llegó, pues tanta frivolidad sólo cabe en las cabezas de promotores desmemoriados sin sensibilidad histórico-taurina, y fue la dócil Porra Libre la encargada de completar el numerito.
La grandeza torera de Carlos Arruza como figura mundial no está a discusión, la sobreadministración de que fue objeto por parte de su apoderado y del apoderado de Manolete, sí, ya que fallecido Manuel Rodríguez tocó a Carlos pagar la factura del desconsiderado e imprevisor arreglo entre Andrés Gago y el siniestro Camará de no ponerlos a alternar juntos en cosos mexicanos. Eso no lo olvidó la entonces entendida afición. Así que cuando quiera medir la embestida de un villamelón, pregúntele cuántas veces alternaron en México Manolete y El Ciclón; la cifra que dé será la medida de su ignorancia.
Sevilla se encasilla cada día más en un localismo que no mide consecuencias, simplemente porque no las hay. La Sudamérica taurina nunca ha exigido reciprocidad a sus reverencias y humillaciones ante los diestros importados que figuran y la triste realidad de que por aquellos Rincones la fiesta sigue hecha Girones. El caso de México es aún más grave, pues con una rica tradición taurina y varios toreros capaces de dar la cara en la Península, a los del taurineo español no les interesa corresponder a tantas gentilezas del monopolio mexicano. Agradezcan que tres ases accedieron a actuar en su Estoque de Oro y ya no insistan con un intercambio más equitativo, que desde siempre nosotros mandamos y ustedes obedecen, parecen decir. Sea como fuere, ningún diestro mexicano aparece en la inminente feria de abril, autolimitada a los apellidos de siempre, Morante, Roca Rey, petardito Aguado, Manzanares, Ponce, El Juli… Cada quien su fiesta y los antitaurinos en la de todos. Que conste.
José María Hermosillo, triunfador en la corrida inaugural de la temporada, por fin regresa hoy al coso de Insurgentes, sólo que con reses de Santa Fe del Campo, uno de los hierros más encastados en la actualidad, aunque después de su triunfo el joven no haya vuelto a ver un pitón. ¿Y con este absurdo sistema taurino pretendemos reciprocidá?