a fuerza activa que impone hoy la dinámica en la sociedad es la del virus. Su impacto ha forzado, mediante la acción de los gobiernos, la conducta de la población, sea para poder recluirse o para adaptarse como mejor se pueda en medio de una gran fragilidad.
La pandemia ha expuesto la vulnerabilidad de los sistemas sanitarios y exhibido las enormes carencias de los sistemas de salud: públicos y privados. Las historias que se van conociendo al respecto son, en muchos casos, pasmosas y aún falta mucho por saber. Falta mucho por hacer, hoy y después, para superar la emergencia y arreglar las cosas.
En última instancia se han puesto en evidencia las contradicciones y limitaciones del sistema social vigente. Esto debe ser admitido y asumido por todos.
El otro lado de esta dinámica perversa es el brusco parón de la economía. El parón es significativo por la rapidez con que ha ocurrido y por su extensión; prácticamente abarca todos los sectores de la actividad económica y toda la geografía.
Y hay que considerar este asunto eminentemente material, práctico, necesario y vital, pues de eso depende hoy, de modo contundente, la subsistencia misma de gran parte la población. De eso depende, igualmente, la forma y el contenido de cualquier posible recuperación.
Las condiciones adversas sobre la salud derivadas del virus, combinadas con el parón económico que provoca el desempleo, la falta de ingresos y el cierre de los centros de trabajo, ejerce una enorme presión sobre la población más vulnerable.
Esto exige ahora de ayudas para enfrentar la pandemia, pero eventualmente se tendrá que contar con los medios para atender la salud, tener empleo permanente e ingresos recurrentes y recrear las condiciones de la protección social.
Los recursos públicos son limitados y tenderán a serlo aún más mientras esto se prolongue. Es un hecho notorio la forma en que se ha frenado la actividad económica: la producción, el intercambio, el financiamiento. Todo esto constituye un proceso desconocido, muy distinto al de las grandes depresiones o la fuerte crisis financiera de 2008.
Con este parón no es la demanda la que se ha colapsado, sino que esto ocurre en conjunto con la oferta y, por eso, los medios antes usados para enfrentar las crisis son ahora impracticables. Se ha cortado el circuito de la liquidez, lo que entorpece la posibilidad de producir, consumir y pagar los créditos y los impuestos.
Muchas empresas no resistirán abril y morirán, junto con el patrimonio de muchas familias y sus trabajadores. Las exigencias del gobierno de no despedir a nadie, pagar la nómina y los impuestos es simplemente impracticable para la miríada de pequeñas y medianas empresas que conforman una parte sustancial de la producción y la consistencia social del país. Cuántos en el gobierno han creado una pequeña empresa, generado empleo y pagado la nómina cada semana.
Unos tienen más capacidad que otros para resistir, claro está, pero no durará mucho por un efecto propio del mercado o por mera opción. El gobierno tendrá que optar también por los distintos medios para hacerse de recursos y, sobre todo, decidir cómo usarlos. Los objetivos tienen que estar bien definidos y fondeados con suficientes recursos, han de considerar los posibles resultados reales y también debe haber una buena ejecución de las medidas.
Este fin de semana el partido Morena presentó un documento titulado Acuerdo de unidad y solidaridad nacional, que señala las direcciones generales de una política publica ante la crisis. Se asemeja mucho a las posturas que ha planteado hasta ahora el Presidente. Pero el diablo está en los detalles y esos no se plasman aún.
Las intenciones, las propuestas, los objetivos de cualquier tipo pueden plantearse libremente y de distintas maneras, pero los hechos son irrevocables y no se amoldan a las necesidades de las partes que discrepan.
Los hechos deben seleccionarse con algún método: ordenarse, jerarquizarse y luego ensamblarse de modo tal de guiar las acciones del gobierno y entablar las disputas que irremediablemente generará. Hacer política pública tiene un componente técnico y político necesario ciertamente, pero al final requiere una determinada sensibilidad; es un arte.
Si se disocian los propósitos políticos del gobierno y las intenciones de las otras partes involucradas, de los hechos que ha exhibido de modo cada vez más fehaciente la pandemia, será difícil superar de buen modo las condiciones particulares de esta crisis.
(Texto escrito el domingo 5 de abril al mediodía)