Fue mecánico de la selección
Martes 7 de abril de 2020, p. a12
Juan Vicente Valerio, de 55 años, mecánico de bicicletas con varios equipos mexicanos, murió por Covid-19 en Nueva York el sábado por la tarde. Hace años vivía en aquella ciudad, alejado de su familia y del país en el que formó un engrane discreto, pero fundamental en el ciclismo nacional.
Hace una semana, el lunes escribió un mensaje a su hermano Manuel, de 53 años, para avisarle que se encontraba enfermo y que estaba delicado de los pulmones.
Estuve en comunicación un par de días
, cuenta Manuel; después perdí contacto; supuse que estaba incomunicado y me preocupé, pero estoy lejos. El sábado ya tarde me contactaron conocidos de mi hermano en Nueva York y me dieron la noticia de que acababa de morir
.
Manuel dice que el cuerpo de Juan Vicente fue cremado y ahora busca información para traer las cenizas a México; teme que la emergencia pueda complicar el trámite, pero busca acercarse a las autoridades consulares.
Juan Vicente formaba parte de una familia cuyas raíces han estado ligadas a las bicicletas. Don Manuel Valerio, padre de ambos, era hijo de panadero y desde niño repartía los productos montado en dos ruedas. El trabajo se convirtió en pasión y la curiosidad lo llevó a estudiar cómo funciona ese vehículo básico, pero fascinante.
Manuel Valerio padre también fue ciclista y llegó a competir en dos ediciones de la Vuelta a México a principios de los años 60. Pero su trabajo fundamental siempre estuvo en el mantenimiento de las bicicletas y su experiencia lo convirtió en uno de los mecánicos predilectos en distintas selecciones en nuestro país.
Mi hermano Juan Vicente y yo empezamos a ayudarle a mi papá desde niños
, recuerda Manuel; también éramos aficionados y nos hicimos mecánicos de pista y de ruta
.
La pasión del padre le dio un oficio a Juan Vicente y una tragedia familiar le abrió las puertas de la selección de ciclismo mexicano. Don Manuel Valerio padre murió entre los escombros del hospital Juárez en el terremoto de 1985; estaba internado y justo aquel 19 de septiembre iba a ser dado de alta.
Después de que murió mi padre, buscaron a Juan Vicente, y desde entonces fue mecánico de la selección mexicana de ciclismo
, agrega Manuel.
El trabajo de un mecánico es discreto para el público. A menudo son personajes anónimos, pero son muy apreciados por los competidores, porque de ellos puede depender el éxito o el fracaso de un equipo.
Aprendimos a conocer a los ciclistas y a sus bicis, a estudiarlas para tenerlas a la perfección, para intervenir a tiempo en plena carrera
, explica Manuel; cada que llega un equipo nuevo lo estudiamos hasta que lo entendemos
.
Juan Vicente viajó por el mundo con distintos equipos. Estuvo al lado en circuitos europeos y estadunidenses, siempre listo para intervenir y salvar al competidor.
La relación con un mecánico es estratégica
, recuerda Belem Guerrero, medallista olímpica en Atenas 2004, quien conoció a Juan Vicente.
Un tornillo que no esté bien nos puede costar la competencia. Juan Vicente fue un especialista muy apreciado en selecciones
, agrega.
Manuel hijo aún despacha en su taller en Iztapalapa, ahí guarda recuerdos del oficio y recortes de periódico donde hablan de su padre y su hermano. Ellos forman parte de la historia del ciclismo nacional; gracias a su auxilio, muchos atletas cruzaron la meta. Sus derrotas fueron nuestras, pero también sus victorias. De mi padre, mi hermano y mías
, finaliza.