Sábado 11 de abril de 2020, p. a12
El aislamiento.
Si un autor lo puso en obra, ese es Beethoven.
La confinación.
Ludwig van es el artista del trapecio en el encierro.
La victoria.
El compositor Ludwig van Beethoven (1770-1827) es el adalid del triunfo, el arquetipo de las batallas ganadas, el campeón de la resistencia.
Estamos en el año Beethoven. En 2020 conmemoramos el aniversario 250 de su natalicio.
Si un autor de éxito, él.
Sus últimas composiciones acusan aislamiento casi total: sordo, enfermo, incomprendido, recluido en casa.
Toda su obra, empero, es una herramienta para el optimismo.
Y como no existen las casualidades, hace apenas unos días, cuando todo cambió radicalmente en el mundo, Daniel Barenboim decidió lanzar mundialmente su más reciente grabación discográfica: Ludwig van Beethoven. Symphony No. 7. Triple Concerto.
El lanzamiento, por supuesto, fue digital, a través de Spotify y redes sociales.
Luego de escucharlo una y otra vez, en frenesí, podemos exclamar: estamos apenas en abril y ya tenemos el mejor disco del Año Beethoven.
Es un disco fascinante, pleno de asombros, sorpresas, hallazgos. Frenesí. A la que es a todas luces la mejor versión existente del Triple Concierto (hasta ahora lo era la que grabaron David Oistrakh, Mistislav Rostropovich y Sviatoslav Richter, con Karajan), suma la nueva versión del propio Barenboim a sus grabaciones anteriores dirigiendo la Séptima de Beethoven.
Este disco fabuloso reúne a tres intérpretes que, si me apuran, podemos declararlos, luego de escuchar este disco una y otra vez, como los mejores de esta era.
La legendaria violinista alemana Anne-Sophie Mutter, el eminente violonchelista francoestadunidense de origen chino Yo-Yo Ma y el maestro argentino Daniel Barenboim.
Los tres instrumentistas más grandes del momento y muchos momentos.
El disco es una celebración triple, como su título (Triple Concerto): los 250 años de Beethoven, los 20 años de la West-Eastern Divan Orchestra y los 40 años que se cumplen de la histórica grabación que hicieron Anne-Sophie Mutter y Yo-Yo Ma con Herbert von Karajan (Mark Seltzer estuvo al piano en esa ocasión).
Yo-Yo Ma ya había realizado otra versión del Triple Concierto con Daniel Barenboim: en 1995, Itzhak Perlman al violín y Barenboim dirigiendo desde el piano a la Filarmónica de Berlín.
Nuevamente se sienta frente al teclado Barenboim y desde allí dirige ahora a la prquesta que fundó hace 20 años con el filósofo palestino Edward Said (en vida, colaborador de La Jornada), la West-Eastern Divan Orchestra, nombre que tomaron de un poemario de Johann Wolfgang von Goethe y recibieron en 2002 el Premio Príncipe de Asturias por ese trabajo en favor de la paz, no solamente en el conflicto israelí-palestino, sino la paz que se consigue cuando suena la música.
Este disco fue grabado en sesiones en vivo realizadas en el Centro Cultural Kirchner de Buenos Aires y en la sala Philharmonie de Berlín.
Nos mantiene en el filo del asiento. En frenesí.
Es una obra de esas que nos remiten a la infancia y por ella tomamos la decisión de estudiar violonchelo, porque es un concierto triple, pero en realidad el violonchelo lleva la parte más exquisita, asombrosa, plena. La manera como el violonchelo se arrejunta, baila, goza, platica con el piano y el violín es una cadencia de colosos.
En Twitter, Ma nos dice: Beethoven es el humanista por excelencia. Es la persona que se siente responsable de nuestro destino, de nuestro anhelo de trascendencia, de acceso a la divinidad, y nos ayuda a lograrlo de manera práctica, mediante un esfuerzo humano
.
El Triple Concierto de Beethoven, para Ma, es la invención continua; siempre me sorprende
.
En la transición entre el segundo y el tercer movimiento, attaca, de su interpretación del Triple Concierto, Ma pone en vida las palabras de Daniel Barenboim: Beethoven fue el primer compositor no convencional. No le importó lo que pensaban los demás de él, que se burlaran de su aspecto físico y de sus ideas
.
El rasgo esencial de Beethoven, añade Barenboim, “es la valentía, no sólo en su vida personal, en la que enfrentó sordera y burlas y desprecio, sino la valentía que pide a los músicos para interpretar su música. Es el primer compositor que escribe un gran crescendo y de pronto un súbito piano y desaparece el sonido”.
Abrevia Barenboim: para decirlo en palabras ordinarias, te fuerza a ir al extremo, al precipicio, y te sostiene y eso implica una carga tremenda de valentía
.
En esa transición entre el segundo y el tercer movimientos, Yo-Yo Ma va al extremo y se sostiene en el borde del precipicio: sus dedos izquierdos sobre la parte más baja del mástil de su violonchelo Stradivarius (que perteneció a Jacqueline Dupré, esposa de Barenboim) y su mano derecha lleva las crines del arco hasta los sonidos más agudos, casi al rechinido, pero se sostiene y pega un salto donde lo reciben los brazos de Anne-Sophie Mutter, quien sostiene en su clavícula uno de sus dos violines Stradivarius mientras Daniel Barenboim sonríe sobre las teclas de su piano Daniel Barenboim, es decir, diseñado por él en colaboración con Steinway e hijos (Steinway & Sons).
Toma la palabra Anne-Sophie Mutter: Beethoven es el mensaje en sí mismo, el abrazo de la humanidad, un mensaje del pasado hacia un mejor presente
.
El Triple Concierto de Beethoven es un agasajo a los sentidos. Un jolgorio para el alma. Un alivio para el corazón. Y hay muchas maneras de escucharlo, siempre al borde del asiento: puede uno seguir el sonido del violonchelo de principio a fin y aullará de placer. Puede uno seguir el sonido del violín y exultará. Puede uno seguir el sonido del piano de principio a fin y exclamará: ¡oh, dioses del Olimpo!
Puede uno sumergirse en la melange de los tres instrumentos siguiéndose entre ellos, cachando sus guiños, retruécanos, retobos, jugueteos. Y seguir a la orquesta que los sigue, a los tres. Todo el tiempo sonreiremos.
Ludwig van Beethoven es la culminación de la Aufklärung, la Ilustración alemana; la consecuencia inmediata de la publicación que hizo el filósofo Immanuel Kant para cambiar el orden de las cosas: Crítica de la razón pura.
Las ideas que resonaban en la Aufklärung: la razón, la verdad, la naturaleza, la objetividad. Eso es Beethoven.
La yuxtaposición de emociones antitéticas es su rasgo esencial. Lo tomó de las lecturas de alguien a quien admiró profundamente: William Shakespeare. Así suena la música de Beethoven: una serie de contrastes anímicos que producen placer y un efecto momentáneo del todo, del instante. Como Shakespeare. Como Kant.
Nadie como Beethoven.
Escuche usted, hermosa lectora, amable lector, el Triple Concierto de Beethoven en esta grabación insuperable y confirmará: hay esperanza. Venceremos.