Se tiene un estudio propio en el bolsillo para hacer una película de calidad, además de un distribuidor
Martes 14 de abril de 2020, p. 7
En la primavera de 2019, el escritor y productor británico Steven Cutts voló a Cannes listo para su tercera vez en el festival de cine. Al bajar del avión, aceptó compartir taxi con un ansioso y joven cineasta de India, Raj, quien acababa de filmar un documental largo en un iPhone XS. Ninguno tenía dinero. Charlaron y el primero deseó suerte al segundo, asumiendo que no llegaría a ningún lugar.
Dos o tres días después Cutts se encontró con Raj otra vez, ahora en el Marché du Film. Este último había vendido su documental en 90 mil dólares, lo que dejó pensando al británico. Tal vez estamos muy obsesionados con el modelo actual. Todos hemos escuchado acerca de gente que graba una obra exitosa en un teléfono inteligente o smartphone. Pero, ¿es posible?, e incluso si lo hicieras, ¿alguien querría verlo?
Es posible y ya se ha hecho: 2015 fue el año de ruptura para las películas de teléfonos inteligentes. La salida de Tangerine, filmada e con un iPhone 5S, aunque puede parecer obsoleto, Sean Baker, el director, se las arregló para asegurar su estreno, según contó en entrevista al diario inglés The Independent.
La cinematografía de teléfonos inteligentes llegó para quedarse, no sólo para hacer películas de calidad, sino también como dispositivo de distribución. Los nuevos y viejos cineastas están adoptando este estudio de cine en sus bolsillos
, sostuvo Elliot Grove, fundador del Raindance Film Festival.
Instan a intentarlo
Actualmente, casi cualquiera puede producir su propia película de 90 minutos con una laptop y un smartphone. Así que, por qué no hacerlo. ¿Por qué no, personas como Sam Mendes o la BBC, renuncian a sus hinchados presupuestos y empiezan a filmar desde la austeridad? Muy aparte de las habilidades técnicas del equipo, hacer películas con un micropresupuesto es una forma de arte y la única manera de saberlo es intentándolo.
Una inclinación a pensar diferente también ayuda. El presupuesto de Tangerine fue de unas 100 mil libras esterlinas. Se centra en un grupo de prostitutas travestis en Los Ángeles. La cintas son tanto voyeurismo como historia, y en ésta el mundo que se pide observar es muy rico en colores y vida, tanto que el director es capaz de distraer de las deficiencias del filme y de la casi total ausencia de dinero.
Las películas de bajo presupuesto rara vez vienen con un nombre conocido
y no hay mucha acción. El cineasta exitoso con gran presupuesto es una clase de mago que atrae a su público con una varita mágica y una glamorosa asistente.
Además, hay que reconocer las limitaciones del equipo. Las cámaras de los teléfonos tienen un problema fundamental: no lo hacen bien en condiciones de poca luz, y si quieres grabar algo sustancioso, su memoria es limitada. Dicho lo cual, las películas de bajo costo sí tienen una ventaja.
Suponiendo que se quiera filmar sobre un tema muy delicado, como el abuso sexual infantil, con un smartphone es posible empezar a grabar en la mañana.
Romance in NYC fue grabada con un iPhone 6 y estrenada un año antes de Tangerine. Su director, Tristan Pope, encontró su cámara perfecta para una pequeña e íntima película. La ausencia de equipo pesado le permitió grabar y viajar de manera ordinaria. Locaciones imprevistas con un smartphone probaron ser una liberación.
El horror, un género atractivo
Con esto en mente, probablemente valga la pena reflexionar un poco en el género antes de comenzar a escribir desde una perspectiva comercial. Es bien sabido que el más rentable y reconocido es el horror. Muchos de los mejores directores han dado su paso en él y es una tradición que no parece que vaya a terminar pronto. Como la comedia romántica, el horror bien podría prestarse para el cine de smartphone pero aún no ha pasado.
Si no tienes conexiones ni el dinero suficiente, las películas de micropresupuestos son ideales para dar el primer paso. Cuando Cutts conoció al actor y director británico James D’Val en Cannes, le hizo una observación: esto está lleno de tipos de casi 40 años tratando de hacer su primera película
, y tenía razón. Hacer cine es más que ir a reuniones y rogar para que alguien te ayude. Llega un punto en el que tienes que dejar de hablar y empezar a trabajar, algo que mucha gente está haciendo.
Encontrar un auditorio para una película de micropresupuesto puede ser incluso más complicado que filmarla. Algunos años atrás, Cutts logró terminar su primer largometraje, Adieu Marx, el cual grabó con una Canon 7, lentes decentes y un muy profesional director de fotografía. Cuando el escritor y productor vio el corte final, decidió volar a Cannes para tratar de venderlo. Sin embargo, la gente en el Marché du Film no quiso comprarlo, dejando claro su punto: no podemos vender una comedia romántica sin un nombre conocido
.
Le devolvieron su devedé sin siquiera mirar la portada. Lo que no significa que Adieu Marx fuera un fracaso. Para una película grabada en alrededor de tres semanas, encontraron eventualmente un agente y le ha ido razonablemente bien en descargas. Se quedaron con un aprendizaje: nunca iban a conseguir un estreno en cines sin un nombre conocido en los créditos.
Más que un proceso técnico
La eliminación del celuloide ha abierto todo un campo. Hay más imitadores de Spielberg y festivales de cine que días del año. Tratar de abrirse paso entre la multitud es cada vez más difícil. Ya en el set de Adieu Marx, Cutts era más que consciente de las debilidades de su proyecto, lo que a veces le parecía imposible de ocultar.
Nick Gilberg, su editor, fue capaz de dar un sorprendente acabado profesional al producto en el que cada momento de mala actuación, escritura o dirección fue exitosamente borrado de pantalla. Sin duda, cualquier película de gran presupuesto sufre de exactamente los mismos problemas, pero para los novatos, es difícil comprender que editar una cinta es más que un proceso técnico.
Tiene tanto de arte como moldear una artesanía y no todos nacimos con el mismo talento. Cutts sigue tratando de que Gilberg vuelva a trabajar en uno de sus proyectos, pero se ha vuelto tan exitoso que ya no podemos costearlo más.
La película Unsane, de Steven Soderbergh, fue grabada en 2018 con un iPhone y logró críticas convincentes. Para algunos con la industria de alquiler de cámaras pudo haber parecido que el guion debía ser filmado con una cámara profesional, pero cuando se mira con cuidado, la historia cambia.
Soderbergh se ha pronunciado sobre el sentimiento liberador que viene al grabar con un teléfono. El realizador no usa un iPhone porque puede, lo hace porque es chic.
No hay que cometer el error de pensar que los ingredientes son lo que hace una obra de arte grandiosa. Al final, sólo hay una toma en Tangerine que se consideró de calidad inferior y hay mucho más en el cine que mucho dinero, efectos especiales y egos altísimos. Las nuevas tecnologías han abierto el mercado y están ahí para tomarlo.