n la primera parte de este artículo, el 16 de abril, afirmé que lo único novedoso de lo ocurrido en las conferencias virtuales OPEP/no-OPEP había sido la irrupción de Donald Trump, orientada, se dijo, a evitar que un disenso menor de México impidiese el acuerdo más ambicioso de reducción de la oferta mundial de crudo. Como se informó el jueves 9, los 23 productores convinieron retirar del mercado 10 millones de barriles diarios (mbd) en el bimestre mayo-junio. Arabia Saudita y Rusia absorberían una mitad y la otra se prorratearía entre los demás, con reducciones de 350 a 400 mbd para cada uno. La delegada por México argumentó que 100 mbd era el mayor recorte que podría aceptar, pues su nación está empeñada en revertir la declinación de largo plazo de su producción petrolera. En el pasado quinquenio, ésta se abatió de 2 mil 267 mbd en 2015 a un mínimo de mil 661 mbd en 2019, caída que sólo ahora comenzaba a corregirse (en enero y febrero de 2020 la cifra fue de mil 672 mbd). Trump irrumpió en la reunión para asegurar –según una de numerosas versiones– que Estados Unidos efectuaría cualquier reducción que México no pudiera absorber, recibiendo, en su momento, la compensación adecuada. Recuérdese que el acuerdo unánime se consiguió el lunes 13, con una reducción total de 9.7 mbd, alrededor de 10 por ciento de la producción corriente. Los recortes acordados en años pasados apenas se acercaban a un décima parte de este volumen.
Los presidentes de Estados Unidos, y ahora Trump en especial, habían presionado a la OPEP en diversos momentos, pero siempre en busca de precios más bajos del petróleo en los mercados mundiales. Ahora, en cambio, la presión se ejerció para asegurar un acuerdo orientado a estabilizar el mercado, sostener y, más adelante, elevar las cotizaciones. Como principal productor mundial de crudo, Estados Unidos encontró una coyuntura para colocarse al lado de productores y exportadores de otros países, pues resultó ya inocultable que la caída precipitada y cuantiosa de las cotizaciones –que nocionalmente colocaron en algún momento al West Texas Intermediate (WTI), el crudo marcador estadunidense, en terreno negativo– resultaba muy perjudicial para los productores de Estados Unidos, en especial para los de alto costo, los considerados productores de crudo no convencional.
Aunque quizá muestre haber sido momentáneo, el cambio de posición de Estados Unidos significó una sacudida de enorme magnitud para el mercado petrolero y la economía y el comercio mundiales. En una declaración formal, el secretario de Energía de Estados Unidos lo calificó como modificación fundamental
para la política petrolera mundial ( FT, 14/4/20).
Según este funcionario, el presidente estadunidense jugó, en las semanas anteriores a los encuentros OPEP/no-OPEP, un papel crucial para convencer a Arabia Saudita y Rusia de suspender su guerra de precios
y buscar nuevos y más ambiciosos entendimientos de control de oferta. Esta nueva actitud, según el secretario Brouillete, refleja la nueva posición de Estados Unidos en el mundo petrolero: cuando dependíamos por completo de nuestras importaciones de crudo, resultaba impensable que actuáramos para convencer a dos productores de esa importancia a sentarse a la mesa para resolver sus diferencias
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A un día de iniciarse el bimestre en que los productores OPEP/no-OPEP deben reducir su producción en casi 10 mbd y con precios todavía sumamente deprimidos, incluso por debajo de los 20 dólares por barril, parece más probable que otros productores, no participantes en los acuerdos, como Noruega, Canadá, Brasil y Estados Unidos mismo, se vean forzados a reducir sus niveles de producción, no por designio de política, sino por circunstancias del mercado que obliguen a cerrar válvulas a algunos de los productores de más alto costo. Las limitaciones de capacidad de almacenamiento –que afectan en especial a los campos en tierra, alejados de los litorales, sin alivio en buquetanques habilitados, y que parecen haber sido el principal factor detrás del movimiento sin precedente a terreno negativo de los precios del WTI a mediados de abril– pueden ser un factor adicional que fuerce reducciones de la oferta de crudo.
British Petroleum fue una de las primeras grandes corporaciones petroleras en divulgar sus resultados del primer trimestre. Muy malos, pero no tanto como algunos esperaban: pérdida por 4 mil 365 millones de dólares, frente a utilidades de 2 mil 934 millones en enero-marzo de 2019 y de sólo 19 millones de dólares en el pasado trimestre. Pesó en el resultado el menor valor de las existencias de petróleo de la empresa derivado de la caída de los precios. Decidió, sin embargo, pagar un dividendo de 0.105 dólares por acción.
El telón de fondo de los dramáticos acontecimientos en el mercado mundial de petróleo en el mes que termina fue, desde luego, la pandemia. Ésta significó, en palabras del CEO de British Petroleum, “un doble shock, de oferta y de demanda, de magnitud nunca antes vista”. El ambiente de volatilidad e incertidumbre persistirá mientras perdure la pandemia… y más allá.