l camino de la igualdad es largo, sinuoso y no está trazado. Se va construyendo con una idea clara de adónde queremos llegar, con estrategias probadas de política pública, nacional e internacional, pero sujetas a variadas circunstancias que lo hacen avanzar de golpe, o lo obstaculizan. Los éxitos nunca nos saben a mucho a las feministas; sin embargo, sabemos apreciar y celebrar todo avance, y sobre todo sabemos reconocer a las y los aliados que encontramos en el camino y que pueden acompañarnos pequeños y largos trechos. Nos gusta sumar, especialmente en estos tiempos de restas.
Hay momentos difíciles en la historia de las naciones y es justo en esos momentos cuando más tememos que nuestra agenda se desdibuje bajo el peso, enorme, de las dificultades. Sin embargo, somos conscientes, porque conocemos las cifras de la desigualdad, que en las mismas circunstancias, las condiciones de las mujeres serán de mayor vulnerabilidad, y su condición de género las hará blanco de mayor pobreza, menos recursos, menos acceso a la justicia, más violencia y aún menos posibilidad de incidir en decisiones colectivas que podrían mejorar su calidad de vida.
Las mujeres están en la primera línea de fuego de la atención de la contingencia: por un lado, muchas no han podido quedarse en sus casas, no han dejado de cuidar y limpiar hogares, hospitales, empresas; son las cocineras, las enfermeras, las médicas. Se ocupan de sus familias, cuidan en sus comunidades, sostienen la vida y, eso mismo, puede llegar a costarles la suya. Protegiendo y cuidando la vida de los demás ponen en riesgo la propia salud y supervivencia. También está el otro lado de la moneda, aquellas mujeres, niñas y adolescentes que además de cuidar y resolver el día a día de la manutención de sus familias en un contexto de aumento de la precariedad, sufrirán en sus hogares y por la situación de aislamiento y encierro todos tipos de violencias.
Entre todo lo que sabemos de la pandemia, tenemos la información sobre el enorme impacto que tendrá en la vida de mujeres y niñas. Es muy significativo el hecho de que, por primera vez en la historia de la humanidad, y frente a un evento global de esta magnitud, grandes líderes, hombres y mujeres, coinciden en reconocer los riesgos y costos que esta pandemia puede tener para el avance de la igualdad. Funcionarias y funcionarios de alto rango de diversos países, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el secretario general de las Naciones Unidas, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, la Comisión Económica para América Latina (Cepal), ONU Mujeres, entre otros, han coincidido en el mismo mensaje: es imprescindible atender esta contingencia con perspectiva de género, dedicar esfuerzos a pensar las políticas, destinar recursos, atinar con las intervenciones; poner el liderazgo de las mujeres en el centro, potenciar las soluciones construidas con su mirada, porque es, ésta, una mirada construida desde la búsqueda del consenso, del avance colectivo que tiene como experiencia compartida, de género, la lucha cotidiana frente a las diversas condiciones de subordinación y desigualdad.
Esta pandemia global, el encierro colectivo, está siendo una oportunidad para reflexionar sobre aquello que, esencialmente, nos hace humanos. Somos seres que necesitamos de cuidados para vivir y para desarrollarnos. El modelo de los logros individuales, de éxitos sin pasado, sin reconocimiento hacia los y las demás tiene que llegar a su fin. Ésta es una lección colectiva. Los cuidados son esenciales y nos mantienen con vida. Y tienen un gran valor social y económico que es hora de reconocer socialmente y redistribuir.
El Programa Nacional de Igualdad 2020-24, elaborado por Inmujeres, ha dedicado, por primera vez en sus casi 20 años de historia, un objetivo completo para promover el Sistema Nacional de Cuidados, que es este andamiaje de coordinación institucional, de recursos humanos, materiales y de diseño de políticas, que organizará y redistribuirá, de manera paulatina y coherente, las cargas de cuidado que hoy recaen sobre las mujeres y niñas de este país de manera desproporcionada.
Soplan vientos de cambio. El gobierno de la Cuarta Transformación está marcando las nuevas prioridades y estableciendo los nuevos principios éticos del quehacer de la política pública: no dejar a nadie fuera, no dejar a nadie atrás
. Hablamos de nuevos pactos sociales. Nuevos acuerdos entre actores y actrices de la vida económica y social que habían quedado rezagados por la Historia. Hablamos de traer al centro de la acción política a las mujeres y niñas de este país, olvidadas entre las olvidadas. Es una gran transformación y estamos empeñadas en ello.
Porque nos habían dicho que era imposible parar el mundo y rehacer los principios injustos y desiguales en los que estaba asentado; sin embargo, hemos visto que no era así. Las manifestaciones del 8 y 9 de marzo pasado no han quedado en el olvido. Esta contingencia nos ha traído, de golpe, otro escenario igualmente difícil y desafiante.
Porque soplan vientos de cambio, no vamos a darnos por vencidas ahora. Tenemos que avanzar en las dificultades. Tenemos que seguir construyendo colectivamente este camino, largo y sinuoso; seguir luchando por lograr ese mundo de seguridad y paz que necesitamos; y seguir construyendo, paso a paso, ese lugar de igualdad y no discriminación que las mujeres y niñas de hoy y de mañana merecen.
*Presidenta del Inmujeres