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Dos crisis, una incógnita
E

n 2008, una crisis económica puso de rodillas a Estados Unidos y, por extensión, al mundo entero. En 2020 se sufre otra crisis global cuyas dimensiones pueden ser mayores y más profundas.

Los principales causas en 2008 fueron: la desmedida especulación en el sector de bienes raíces, la falta de control en el financiamiento, y el lucro exorbitante, (estábamos ganando mucho dinero, en palabras de Henry Paulson, secretario del Tesoro de Bush hijo). La salida fue una fuerte inyección de capital (un billón de dólares, aproximadamente) al sistema financiero estadunidense y se instrumentaron medidas para otro episodio similar.

“Las nuevas reglas se deberán aplicar en todo el mundo para prevenir la migración de los riesgos […] En otras palabras: para evitar la contaminación del sistema financiero en su conjunto [… ] La mejor estrategia para una crisis es no tenerla”, fue la conclusión. (La Crisis Financiera y sus Lecciones. Bernanke, Geithner, Paulson)

Poco más de 10 años después, el orbe enfrenta otra debacle, ahora ocasionada por el coronavirus, que hasta donde se puede advertir es incluso más profunda que la de 2008 y la de los años 30. Muy pocos pronosticaron laposibilidad de que el fenómeno pandémico ocasionaría la paralización casi total de la economía mundial y, lo que es más lamentable, la muerte de más de 230 mil personas en el mundo.

Además, la pandemia es responsable de una dislocación en la vida de 8 mil millones de seres en el planeta, que el PIB mundial disminuya aproximadamente 8 por ciento, y de que se pierdan millones de empleos, tan sólo en Estados Unidos hay 30 millones de nuevos desempleados ( NYT, 1/05) casi la cuarta parte de la fuerza de trabajo en el país.

La diferencia es que en 2008 la crisis pudo haberse paliado con medidas que acotaran el libertinaje que permitió a unos cuantos disponer de los ahorros de millones de personas, y de los impuestos que todos pagan.

La crisis actual hubiera sido imposible de evitar mediante regulaciones de tipo económico o financiero; sin embargo, en el caso del país vecino del norte, se ha demostrado que de haber atendido con oportunidad las advertencias que los especialistas del propio gobierno hicieron meses atrás, el impacto de la epidemia pudo haber sido menos grave: a la fecha 65 mil muertos y se estima un costo cercano a 3 trillones de dólares.

Quienes en mayor grado están padeciendo los efectos de la epidemia son los sectores de menores ingresos, de manera particular los afroamericanos y los de origen latino. Uno delos casos documentados es el de la ciudad de Chicago, en donde los afroamericanos representan 30 por ciento de la población y 72 por ciento de los decesos por Covid-19 (NPR, 6/04). Es evidente que, producto del esquizofrénico sistema de salud de esa nación, hay una mayor incidencia de enfermedades de todo tipo entre los millones que carecen de servicios médicos y prevención de enfermedades. Pareciera que a fin de cuentas la realidad da la razón, ahora con mayor fuerza, a Bernie Sanders cuyo discurso sobre la necesidad de un sistema de salud universal se calificó de socialista.

En ese sentido vale mencionar lo que hace algunos meses el economista Thomas Piketty comentaba en una entrevista. A su juicio, se debe distinguir entre el populismo de Trump y el de Sanders, o para el caso brasileño: el de Bolsonaro y el de Lula, y advierte que la actual crisis y la de 2008-2012 son un reto al libre albedrío económico ( laissez-faire), y una exigencia para una mayor intervención del Estado en la sociedad.

Este encierro que padecemos por el Covid-19, para muchos ha sido una enseñanza sobre la relevancia del trabajo doméstico.