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Pandemia
Sin apoyo oficial, Luis Ángel cambia juguetes por comida para paliar la crisis sanitaria
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▲ La señora Susana M y su hijo Luis Ángel decidieron rematar los juguetes usados del pequeño porque con la pandemia ya no pudieron vivir de la venta de flanes.Foto Pablo Ramos
 
Periódico La Jornada
Miércoles 27 de mayo de 2020, p. 4

Cuando la comida, el dinero y el gas se acabaron en su casa, Luis Ángel le propuso a su madre que salieran a hacer trueque con lo único que él podía aportar a la causa familiar: sus juguetes.

En plena banqueta, afuera de un hotel de la avenida Cuauhtémoc, el pequeño de 11 años de edad y su mamá alinearon una docena de carritos algo maltratados, además de un elefante verde con ruedas, unas cuantas figuritas de plástico y dos muñecos de peluche.

Los juguetes no son muy viejos, y aunque ya se les nota el uso que les han dado, están dignamente acomodados en espera de algún comprador. Son, tal vez, la única y más valiosa posesión del niño, las memorias de su primera infancia, y ahora están aquí, bajo los rayos de sol, a cambio de una despensa o de la cooperación voluntaria que alguien le quiera dar.

En medio, Luis colocó una simple hoja de cuaderno donde se puede leer: Se cambian juguetes x despensa. Muchas gracias, acompañado de algunos corazones y los dibujos de un par de carritos.

Luis pasa por una situación difícil, pero habla sin ningún problema y cuenta su vida con una simpleza que desarma a quien lo escucha. Cándido, explica sus penurias como si no las estuviera viviendo.

Mi mamá y yo no teníamos para comer, vi todos mis juguetes y le dije que fuéramos al Centro a intercambiarlos por despensa o por dinero, lo que quisieran darnos. Mi mamá primero me dijo que no, pero después la convencí y de ahí empezamos a venir. El primer día nadie nos dio nada, pero ahora ya sí: van como tres personas.

Luis Ángel hace un breve recuento de sus posesiones, hoy a disposición del mejor postor: Son carros, muñecos y peluches. ¡Ah, y un rancho de muñequitos!, explica mientras se acomoda el cubrebocas negro que le aplasta un poco las orejas.

–¿Y no te cuesta trabajo deshacerte de tus juguetes? –se le pregunta a Luis Ángel.

–Pus… sí, pero no tengo de otra.

–¿Hay alguno en especial que te guste más que los otros?

–Sí, la tortuga –dice el niño en referencia a un sencillísimo muñeco de peluche, de color verde ya desgastado–. Mi mamá me la regaló desde que era bebé y la quiero mucho.

Y cuenta su vida: vive con su mamá y su abuelo en un cuarto en Los Reyes-La Paz, estado de México, y que la situación es crítica, porque ayer sólo habían podido comer tortillas con sal. “Antes vendíamos flanes, pero cuando empezó el coronavirus y ya no podíamos salir nos quedamos sin dinero… ni pa’l gas”.

Luis narra: Nadie nos ayuda. Mi mamá, mi abuelito y yo vivimos solos. Y a mí nadie me quiere.

Aunque dice tener miedo de la pandemia de Covid-19, espera que la vida le conceda algunos gustos. “Son cinco peticiones na’más: unos muñequitos del Capitán América, el Hombre Araña, Batman e Ironman. Y la otra, unos tenis, porque los míos ya están bien rotos”, dice mientras dobla un pedazo de la suela de sus zapatos.

A unos pasos, la madre, doña Susana M, observa y asiente. Conviene en que desde hace muchos días su menú es magro.