Lunes 15 de junio de 2020, p. a12
Madrid. Studio Ghibli es una productora de animación que ha hecho historia en el cine.
La filosofía artesanal de la manufactura japonesa, basada en su vocación en favor de proteger el medio ambiente, de transmitir un mensaje antibelicista en sus títulos, de reivindicar el protagonismo de los personajes femeninos y de su fuerza interior, como también de combinar fantasía con leyendas y mitos propios del folclor, han hecho del estudio fundado por Hayao Miyazaki e Isao Takahata uno de los más excepcionales del mundo.
Son muchos los cinéfilos que alaban la producción de ambos cineastas. El primero hizo historia al obtener el Oso de Oro de Berlín y el Óscar por El viaje de Chihiro. Mientras el segundo, con una mirada más costumbrista y una sagaz visión sobre la melancolía de la infancia, es recordado por series como Heidi.
El estudio también tiene joyas fílmicas que, debido a la fama de la filmografía de Miyazaki han quedado a la sombra. Hay cinco largometrajes desconocidos de Ghibli que merecen ser revisitados.
Recuerdos del ayer (1991), de Takahata. Es una obra maestra. Se trata de una nostálgica reflexión sobre el paso de la juventud hacia la edad adulta.
Puedo escuchar el mar (1993), injustamente valorada por los aficionados e incluso por varios expertos, fue el primer trabajo del estudio en el que ni Miyazaki ni Takahata intervinieron. Realizada para televisión, encandila gracias a su mirada por lo cotidiano. Muestra que en las pequeñas historias pueden residir hermosas perlas.
Pompoko (1994) es otro filme de Takahata, quien dio un giro radical a su carrera, demostrando que hasta para la fantasía era un director muy diferente a Miyazaki. La cinta es una crónica de una batalla perdida anunciada, en la que se utilizan varios referentes ancestrales de la tradición japonesa.
La colina de las amapolas (2011) es un melodrama adolescente de época que muestra cómo guerras de otras décadas pueden llegar a repercutir en el presente.
El recuerdo de Marnie (2014) es una pausada película con una mirada íntima sobre los problemas de la preadolescencia, de cómo los fantasmas del pasado pueden ayudar en una complicada actualidad.
Y extra: la tortuga roja (2016), única coproducción internacional en la que se ha visto envuelto Ghibli.