Emilio: semblanza de un triunfador // Clientes digitales // Partidos en tiempos de pandemia
n Estados Unidos, aparte de las divisiones raciales, hay otra: winners and losers. En nuestro idioma, ganadores y perdedores. Nadie diría que Emilio Ricardo Lozoya Austin, 46 años, es un perdedor. Salió del hospital Ángeles del Pedregal el sábado –se supone, en realidad nadie lo vio entrar ni salir–, tras firmar vía electrónica el libro de los procesados. No pisó la cárcel y seguramente nunca lo hará. Los delitos que le atribuyen no necesariamente son castigados con prisión. Además, cuando los cometió la corrupción todavía no existía como delito incluido en el Código Penal, así que no podrían aplicárselo retroactivamente. Tiene pedigrí priísta: su padre, Emilio Lozoya Thalmann, fue director general del Issste y secretario de Energía durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Estudió economía en el ITAM y cursó una maestría en la Universidad de Harvard. Estas credenciales le abrieron las puertas de la política y los negocios. Entre las distinciones que le han sido otorgadas destaca, en 2012, el reconocimiento como Joven Líder Global, del Foro Económico Mundial de Davos; en 2011, incluido por la revista Poder, en la lista de los 40 hispanos de mayor impacto en Estados Unidos menor a 40 años. En 2010 recibió el premio al Liderazgo como Embajador Hemisférico, por la Fundación del Consejo Americano de Negocios. La revista mexicana Expansión lo incluyó en la lista de los 30 líderes mexicanos treintañeros. Entre sus experiencias profesionales está la gestión de fondos de inversión. No fue extraño que Enrique Peña Nieto lo incluyera en su equipo de campaña a cargo de las relaciones internacionales, porque, como se dice, domina el inglés
. Ahí fue aproximado por compañías como Odebrecht antes de que ésta se hundiera. Tampoco fue una sorpresa que Peña Nieto lo designara director general de Pemex. (Los delitos que se le atribuyen los cometió presuntamente en la campaña presidencial y en la petrolera). Fue separado de su cargo, pero nunca perdió cercanía con Peña Nieto. Ya en la actual administración desempolvaron unos expedientes que tienen relación con AHMSA, la planta Agronitrogenados y Odebrecht. Emilio tuvo que huir y esconderse. Pero lo invitaron a una fiesta en España, no resistió la tentación del escondite y en el camino lo pescaron. Pasó muy mala temporada en la cárcel madrileña, le tocó la pandemia, pero no quería ser extraditado a México. Contrató al costoso despacho del ex juez Baltasar Garzón, quien conoce bien las zonas blandas de la justicia mexicana, y le aconsejó que sería mejor que aceptara ser extraditado cuando ya estuviera todo planchado. Para eso negoció dar una buena embarrada a un grupo de políticos, pero no pasó de eso. No hay testimonio público fehaciente de las famosas declaraciones y menos de si fueron acompañadas de pruebas.
El brazalete
Los amigos de Peña Nieto dicen que no se ve preocupado, ni habla, posiblemente tiene la certeza más o menos razonable de que no lo alcanzará la ola. El fin de semana Lozoya dejó el hospital con un brazalete electrónico en un tobillo, no se lo pusieron en el brazo para que no le estorbe cuando hable por celular. En seis meses (no precisaron si en la mañana o en la tarde) la justicia mexicana decidirá qué hará con él. Es decir, si le regresa los bienes que le han congelado –ya lo está gestionando–, incluso su rehabilitación para ocupar cargos públicos) o sólo le darán un usted disculpe
. Moraleja: es un winner.
Clientes digitales
Anuncia Banco Azteca que rebasó los 10 millones de clientes en su aplicación móvil. Con la imposibilidad de que puedan trasladarse a las sucursales bancarias, por los riegos sanitarios, han encontrado la solución en ella, que el banco describe como segura y eficiente. En los pasados cuatro meses, la app registra un incremento mayor a 40 por ciento en el número de transacciones. Cuatro de cada 10 créditos otorgados fueron colocados por ese medio.
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