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El Marro : ¿hazaña de la inteligencia?
E

l señor Yáñez Ortiz, El Marro, narcotraficante vastamente descrito, ha sido inscrito en el índice onomástico de la 4T. Tanto como fue el Z-40 o La Tuta para el lexicón de Enrique Peña Nieto. Con la información disponible es posible afirmar que su captura fue un éxito de inteligencia criminal, de coordinación operativa y de excelente ejercicio de mando.

La pregunta sería si ese éxito de inteligencia, con sus indudables méritos, es todo lo que necesita el país para saber por dónde está yendo, hacia dónde va y por encima de ello, para dónde y cómo debería ir, que es la materia esencial de la seguridad nacional tan equivocadamente aludida con frecuencia.

Encontrar respuesta a tales interrogantes no es del interés exclusivo del Presidente del momento, ni siquiera de su gobierno. Es interés superior de la nación y por ello todos debemos participar en su discusión con libertad y seguridad personal. Ignorar el valor sustantivo de la inteligencia en cualquier acto de mandamiento será fatal no para el Presidente, el que sea, no para su gobierno, cuál fuera. Sería fatal para el país.

Esta es una aseveración de razón suficiente. Nadie llegará a nada encomiable sin saber específicamente lo que se quiere, cómo lograrlo y con qué recursos. El voluntarismo exhibe de fondo una falta de respeto a quien confió el cargo, e inclusive un desprecio por el futuro personal del actor.

La captura de cualquier delincuente, del nivel que sea, El Marro o Lozoya, es un deber de Estado. Los logros de inteligencia para lograrlo son de aplaudirse, pero no se debe creer que con ello se logra una mejor nación. Parece ser que nos hemos estancado en aplaudirnos frente al espejo, satisfechos de estar dentro de vorágines que no somos capaces de entender.

Prueba de ello es como se alude cotidianamente al gabinete de seguridad, expresión a la que amañadamente se le rasuró el adjetivo que lo debería definir. ¿Es una instancia de apoyo a toda decisión de seguridad nacional o es sólo para conducir de lejecitos operaciones policiales?

Las apariciones de altos integrantes del gobierno refiriéndose a éxitos o fracasos como derivaciones de sesudas diligencias del gabinete de seguridad, serían tan propias de un jefe de policía que no queda sino preguntarse: ¿Es eso exitoso o errado, como la captura de El Marro o el Culiacanazo lo que define al país de hoy y del mañana, es el cimiento de nuestro destino?

¿Dónde están los grandes objetivos nacionales a preservar y promover por el bien de los mexicanos del futuro? No se sabe de reflexiones, criterios y propósitos juiciosos interrelacionados y corresponsables que apunten al México deseado.

Es vicio mexicano de sustituir la materia inteligente con excesos de lenguaje. Ayer y hoy nos han arrastrado las frases, los discursos y anuncios estridentes. ¿Y al final? Al final vienen las frustraciones, las revelaciones sobre pecados, los enjuiciamientos de dos o tres que no hacen sino recordar los tormentosos tiempos del terror en la revolución francesa.

Expreso admiración por las preocupaciones y trabajos sobre el México del mañana que producen respetables organismos y personas. Lo lamentable es que sus reflexiones ayer y hoy son atendidas sólo circunstancialmente.

La inteligencia para la seguridad nacional, esto es para preservar y promover los grandes objetivos nacionales, no es tarea que pueda ser sustituida y peor, confundida con la inteligencia criminal.

Mantener esa limitación, consolidarla y difundirla, hacer de ella nuestra concepción de vida, es conducir al país a aceptarse como un palenque donde la supervivencia nacional se dirime sólo entre el crimen y el gobierno. Es deber del Estado preservar el imperio de la ley, pero por sustantivo que sea, eso no es todo.

Los instrumentos de la inteligencia para la seguridad nacional, por afilados que sean hoy en lo individual, no funcionan como sistema. Los organismos para estructurarlos existen en la ley y hasta en la vida real. Lo que no se sabe es qué hacen, por qué no se dedican a lo suyo. No se entiende por qué divagan sin dirección ni articulación visible.

El propio gobierno, en su Plan Nacional de Desarrollo, capítulo Política y Gobierno, promete articular la seguridad nacional, la seguridad pública y la paz y precisa el compromiso de cambiar su paradigma, pero el ejercicio de gobierno no acusa ningún intento por lograrlo.

Siendo así, como forma nacional de transitar, seguiremos navegando en lo oscurito. ¿A dónde vamos? Hoy no se puede deducir. Estando en la penumbra mundial que impone la crisis que de sanitaria se convirtió en shock social, económico y seguramente político, seguimos interpretando nuestro mundo con perspectiva cotidiana, de cosas que en la historia nacional no aparecerán.

El deber de anticipación sobre el destino nacional, expresado así es poco usual, pero es imposible eludirlo. Podrán llamarle de otras maneras, pero su esencia no cambia. Todo liderazgo, de cualquier especie, tiene el deber vital de penetrar las consecuencias del dónde estamos y el a dónde vamos.

Poseer la inteligencia para saber encerrar a La Tuta, al Z-40 y ahora a El Marro es encomiable, pero eso no puede ser una visión de Estado.