as casas reales europeas y árabes se apresuran a mostrar su apoyo a los Borbones. Representan un anacronismo histórico y político. No es de extrañar, excesos y escándalos los unen. Democracia y monarquía no son compatibles, aunque la maquillen de constitucional y parlamentaria. Así, mientras en palacio enmudecen, el actual presidente de Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, ha declarado que la monarquía no corre peligro. Para justificarlo, subraya que Juan Carlos I ha tenido un comportamiento personal reprochable, pero, en tanto jefe de Estado, una conducta ejemplar. El propio Juan Carlos de Borbón distingue tal circunstancia, al comentar entre amigos: los menores de 40 años me recordarán por ser el de Corina, el del elefante y el del maletín
. Igualmente, en misiva a su hijo, Felipe VI, dice abandonar España por la repercusión pública que están generando ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada
. El Partido Popular, Ciudadanos, PSOE y VOX se suman al argumentario. Asimismo, Felipe González muestra su apoyo al emérito, destacando su legado. Se busca salvar la manipulación histórica construida en torno a Juan Carlos I y blindar a Felipe VI. En otras palabras, el ciudadano Juan Carlos ha cometido ilícitos no imputables en tanto rey. Resulta esquizofrénico, separar su condición de jefe de Estado de la malversación de fondos, evasión de capitales y enriquecimiento ilícito. Si Juan Carlos I, en su juventud, dicen, pedía dinero para sobrevivir, hoy su patrimonio se estima en mil 700 millones de euros. ¿Cómo se explica? Fue en su condición de rey que amasó dicha fortuna, atesoró poder y actuó sin cortapisas, a sabiendas de ser intocable.
Apodado Campechano, políticos, gente de la cultura, las artes y el deporte, intelectuales, empresarios y periodistas de la prensa rosa y no tan rosa, han sido cómplices de sus devaneos por cobardía, servidumbre o conveniencia. Hasta hace dos días, le han festejado sus gracias y desplantes (infidelidades) a la reina Sofía. Igualmente, silenciado sus juergas, cobro de comisiones y despotismo político. Nunca ha sido un demócrata, tal vez, en ocasiones, por oportunismo. Sin embargo, la farsa ha sido consensuada a partir de su nombramiento, por el dictador Francisco Franco, como legítimo sucesor al trono y continuador del régimen, en 1969. Recordemos su discurso de coronación en 1975: “Juro por Dios y los santos evangelios cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del reino y guardar lealtad a los principios del Movimiento Nacional... Una figura excepcional entra en la historia. El nombre de Francisco Franco será un jalón del acontecer español y un hito al que será imposible dejar de referirse para entender la clave de nuestra vida política contemporánea. Con respeto y gratitud quiero recordar la figura de quien durante tantos años asumió la pesada responsabilidad de conducir la gobernación del Estado. Su recuerdo constituirá para mí una exigencia de comportamiento y lealtad para con las funciones que asumo al servicio de la patria. Es de pueblos nobles y grandes saber recordar a quienes dedicaron su vida al servicio de un ideal. España nunca podrá olvidar a quien como soldado y estadista ha consagrado toda la exigencia a su servicio
. Y no hay dudas, siguió sus pasos. Usurpó el poder y se mantuvo gracias a un séquito fiel. Se deshizo de todos cuanto le pusieron límites. Comenzó pronto, en 1956 mató a su hermano menor de un accidental disparo. Ya como rey forzó la renuncia de Adolfo Suárez. En su trayectoria como jefe de las fuerzas armadas patrocinó el frustrado golpe de Estado del 23 febrero de 1981, y se apoyó en políticos corruptos e inmorales, tan responsables como él de sus indecencias. (Rebeca Quintans publicó la mejor historia de sus andanzas, en: Juan Carlos Borbón: una biografía sin silencios, Akal, 2016).
En esta dinámica, la derecha y la socialdemocracia aplaudieron su exabrupto en la Cumbre Iberoamericana al mandar callar al presidente Hugo Chávez con su famoso ¡¡Por qué no te callas!! En España lo celebraron. No es momento de hacer la historia de las casas reales. Pero están salpicadas de escándalos sexuales, asesinatos, corrupción, pederastia, enriquecimiento ilícito, trata de esclavos, traiciones, incesto. Por algo son reyes. Hoy, sus acólitos, defienden a Juan Carlos de Borbón como impulsor de la democracia en España. La historia al revés. Se regatea al pueblo ser el verdadero artífice, con su resistencia y lucha, el motor del cambio social. Lo pagaron con la represión, la tortura, el exilio, y algunos con su vida. Pero seamos realistas, la izquierda republicana, la derecha nacionalista y antimonárquica no han ganado las elecciones, ni tienen fuerza para imponer un pacto como en 1931. No habrá referéndum monarquía o república. Los partidos monárquicos y las fuerzas armadas, poder fáctico, no están por la labor. No está enjuiciado ni imputado en España. Lo está en Suiza. El resto del debate es parte de la sociedad del espectáculo. Huida
exilio
, escapada
, vacaciones
, o indagar su paradero es fútil. Lo relevante es la mentira que se construyó en torno a su figura y reinado para restablecer, en pleno siglo XX, una institución decrepita, la cual perdura gracias a un acuerdo de canallas. Ahora, Juan Carlos de Borbón es tu turno, ¿Por qué no hablas?