El cine de Líbano, hecho de esfuerzos personales, refleja la urgencia por sobrevivir
Laila Hotait Salas recoge en Siempre quedará Beirut la historia audiovisual de esa nación
Lunes 17 de agosto de 2020, p. 9
Beirut es una metáfora: una idea y un espacio de convivencia interreligioso, donde se respira libertad; es el puerto que mira al mar y el escenario de importantes intereses internacionales; es un lugar mágico y romántico, afirmó la cineasta Laila Hotait Salas.
Es ese sitio donde podemos ser libres siendo quienes somos, convivir con el otro; es esa ciudad de construcción de un país ideal
, señaló la también autora del libro Siempre quedará Beirut (Editorial Akal), dedicado al cine libanés.
La edición, que rememora la famosa frase Siempre nos quedará París
, de la película Casablanca, fue publicada el día de la explosión en Beirut, que dejó más de 170 muertos y 6 mil heridos. Estará en librerías el 25 de agosto y desde finales de esta semana en akal.com. La autora hace un recorrido por el cine libanés desde 1975 a 2006, explicó en entrevista con La Jornada.
El propósito es recoger la historia audiovisual que se ha hecho en esa nación de Medio Oriente, pues no hay archivos. Para ello, Hotait Salas realizó entrevistas con diferentes cineastas y un análisis pormenorizado de las cintas que éstos han hecho, destacó la también directora del documental Crayons of Askalan, que retrata la vida del artista palestino Zuhdi Al Adawi.
–¿Qué características tiene el cine libanés?
–Se caracteriza por los esfuerzos individuales. La mayoría de las películas son personales. Suelen tener una mirada especial acerca de la situación de vulnerabilidad de los ciudadanos de Líbano. Muchas tratan sobre cómo las personas han tenido que sobrevivir ante la violencia israelí. El libro acaba en 2006, porque ese año hubo 33 días de ataques. Hay una constante en este cine: los personajes civiles intentan preservar su cotidianidad; buscan salvaguardar las relaciones con otros, ya sean sus hermanos, amigos o amantes, y finalmente fracasan debido a la violencia que se cuela por las grietas.
Sensación de fragilidad
–¿Qué diferencias y semejanzas tiene el cine libanés con el de otros países de Medio Oriente?
–Son muy similares. En especial con el palestino. Son países que tienen una realidad contemporánea donde hay una urgencia por sobrevivir, lo que el cine sabe reflejar muy bien. Líbano no deja de ser un tablero de los intereses internacionales. La gente y el país se convierten en fichas que se mueven alrededor de ese tablero.
–¿Esto último se refleja en su filmografía?
–Sí, porque hay una sensación de fragilidad y de incapacidad de tomar decisiones independientes. Las personas están desvalidas. Las decisiones políticas no las toma la gente en las urnas, sino un conjunto de poderes internacionales. El libanés parece ajeno al devenir de su país.
–¿Qué otros temas se abordan?
–La vida cotidiana. Hay una especie de violencia latente. Los ciudadanos viven con ella. La directora más exitosa es Nadine Labaki. Sus documentales han estado en el festival de Cannes y en los premios Óscar. Cafarnaúm, su más reciente trabajo, por ejemplo, trata de un niño sirio que demanda a sus padres por haber nacido.
– Usted pertenece a la generación que creció con la guerra, ¿cómo marcó su vida?
–Nosotros vivimos en España. Mi padre siempre decía que al terminar la guerra volveríamos a Líbano, algo que no pasó. Él volvió en 2000, pero para el resto de la familia no era posible, porque siempre se alargaba el conflicto: aparecía en la televisión, en las conversaciones, en las llamadas telefónicas, con los amigos migrantes que iban y venían a la casa. Uno de los capítulos del libro se llama: La patria de la nostalgia
. Ahí hablo de ese tercer espacio que generamos los migrantes, que no es ni la España ni el Líbano real, sino un tercer lugar imaginario, soñado, anhelado.
–¿Cómo contrarrestan los cineastas de Líbano la idea occidental de que todo lo malo viene de Medio Oriente?
–Hay una maquinaria que permite que existan sistemas opresores. Para eso se apoyan de diferentes industrias, como la del cine. Hollywood está muy alineado a la idea de que los malos son los otros. En una época fueron los rusos y lo relacionado con el comunismo; los indígenas de América, los chinos y desde hace un tiempo son los árabes. Hay un discurso en que se despersonaliza y banaliza al otro.