Repensar la maternidad
e quiere olvidar, pero los corresponsables de una supuesta juventud sin valores
somos los adultos, y más concretamente los progenitores y maestros, y más directamente las madres, primero enamoradas, luego enajenadas y tardíamente indignadas. Por ello, si va en serio la llamada nueva normalidad
, cuando los dueños de la información más que de la especuladora ciencia médica, decidan bajarle al alarmismo de los meses recientes, uno de los mandatos universales a revisar, cuestionar y readaptar es el de la maternidad como condición y destino de la mujer para poder realizarse
. Mujeres y hombres estarán obligados a abandonar preceptos equivocados y a desechar chantajes probadamente dañinos, sustentados en un arcaico afán de dominación.
Si por parte de los padres no se empieza una autoeducación comprometida, difícilmente los hijos pueden encontrarla en maestros, guías espirituales y medios electrónicos. No están a discusión los embarazos indeseados, dentro o fuera del matrimonio, y los que sean producto de una violación, pues el cuerpo femenino no puede seguir siendo tubo de ensayo de legislaciones timoratas, sino reconquistar, para siempre, su papel como instrumento de libertad responsable y gozosa, alejado de exigencias convenencieras y manipuladoras, no se diga de absurdas maternidades en menores de edad. Nadie sabe para quién se deja crucificar, dejó dicho el irreverente. Y sí. Entre que los metidos a mesías y redentores apenas escribieron en la arena una línea que enseguida borró el viento, y la interminable fila de apóstoles, exégetas, teólogos y demás intérpretes sesgados de lo que en realidad quiso decir
el fundador de esa religión, a la Humanidad no le quedan sino migajas y versiones a modo de aquellos sugerentes mensajes originales emitidos de viva voz, pero reinterpretados y transcritos demasiadas veces.
Una sobrina que, para escándalo de sus padres, suegros y no pocas amistades, se negó a casarse y a tener hijos, si bien hace 13 años vive con la misma pareja, tuvo la feliz ocurrencia de leer en una comida el breve cuanto desatendido texto del evangelista Lucas (23:29), que no fue apóstol de Jesús, sino discípulo del converso Pablo: “Porque vendrán días en que dirán: ‘Bienaventuradas las estériles y los vientres que no concibieron y los pechos que no amamantaron.’” ¿Fue una ocurrencia del predicador o a la Iglesia le pareció ociosa esa bienaventuranza? Lo estamos pagando.