El padre de María es inflexible: en su casa él es dueño del televisor y nadie puede contradecirlo.

En medio del confinamiento a causa del Covid-19, esa infranqueable posición fue el principal obstáculo para que la niña pudiera concluir el ciclo escolar después de Semana Santa, cuando ya no pudo asistir a su escuela.

Ante la supresión de clases presenciales, las autoridades decretaron que la formación de los alumnos continuara a distancia, en el caso de educación básica las actividades se hicieron por medio de tareas dejadas por los maestros en línea y con transmisiones por televisión.

Pero en el hogar de María, ubicado en uno de los suburbios marginales de la zona conurbada de la Ciudad de México, no fue nada sencillo. Su papá, cansado de que le arrebataran la posesión del único televisor en casa, le impidió continuar con las clases, lo que resultó perjudicial las últimas semanas de labores académicas de la menor.

Fue gracias al apoyo de una de sus hermanas mayores que María –nombre ficticio para protegerla– habló con su profesora y envió por Whatsapp todo lo requerido para acreditar el sexto año. De prevalecer las actuales condiciones en su casa el futuro en la secundaria no es nada halagüeño para ella.

A la crisis de salud y social que enfrenta México por la pandemia, en decenas de miles de familias se suma un problema más: que padres e hijos puedan compaginar sus actividades académicas, laborales y de entretenimiento con una sola computadora o televisor.

La Encuesta Nacional de Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares 2019, elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), indica que sólo 44.3 por ciento de las familias mexicanas (15.8 millones) tienen una computadora en casa y 92.5 (poco más de 32 millones) cuenta con al menos un televisor, aunque en sólo 76.5 por ciento de los casos el aparato es digital.

Una computadora para muchos, la triste realidad

Adriana Calderón fue la profesora de María en la primaria Mártires de Río Blanco, en la colonia San José de las Palmas, en el municipio La Paz, estado de México, al oriente de la capital del país. Con 28 años de labor docente, afirma que la gran mayoría de las familias no tienen computadora en casa ni dinero suficiente para mantener sus teléfonos celulares constantemente conectados a Internet o enviarlos a cibercafés, por lo que hay una gran desigualdad en su escuela.

Karina Cruz, estudiante de 14 años en la secundaria Libertadores de América, en Ecatepec, estado de México, pelea constantemente por la única computadora que hay en su casa, tanto con su padre –docente en varias escuelas y quien está todo el día conectado, entre clases en línea y juntas– y su hermano.

Mi papá tenía prioridad, pues es su trabajo. Y en el caso de mi hermano y yo competíamos para ver quién la ganaba. Nos apurábamos para que el otro subiera a tiempo todos los trabajos a las plataformas (donde los docentes revisaban las tareas), pero a veces era imposible. Mi mamá nos decía que nos turnáramos para no pelear tanto, pero era muy complicado, detalla la adolescente.

En la casa de Gabriela López la situación es muy similar. Ella y sus hermanos van a la universidad y la batalla por apoderarse de la única computadora es habitual. Han tenido que usar sus teléfonos móviles para conectarse a las clases en línea y el ordenador está reservado para los trabajos escolares.