Messi-Barça: el divorcio
o hay reversa. Después de 20 años en el club catalán, el argentino se apresta a abandonarlo de mala manera, la misma que ha exhibido la Junta Directiva culé. Cierto es que los de pantalón largo, con el presidente Josep Maria Bartomeu a la cabeza, han hecho casi lo imposible para que el mejor jugador del mundo haga las maletas. Y también es verdad que La Pulga ha metido la pata por su nula elegancia a la hora de mover ficha.
Pierden todos, pero sobre todo pierde una afición que se entregó en cuerpo y alma al astro rosarino, harto de jugar en un equipo incapaz de ganar algún título. Ni Bartomeu ni Lionel Messi pensaron en la masa social del club, junto con la del Real Madrid, la más potente de Europa. El daño ya está hecho y ahora viene una áspera batalla legal, a menos que antes de que sea tarde se imponga la cordura y el divorcio se consume decentemente.
Hay que recordar que el equipo catalán es especialista en romper a la brava con sus ídolos. Desde el legendario húngaro Ladislao Kubala hasta Ronaldo Nazario, que terminó recalando en el Madrid. No importa cuál sea la directiva: son trituradoras y viven en la permanente división. Algo parecido les sucede a los partidos políticos catalanes. Se juntan y al día siguiente ya hay bronca.
Ahora toca negociar pesos y centavos, en este caso euros. La cláusula de la liberación de Messi está fijada en 700 millones de euros, cantidad que ni los ricachones jeques árabes pueden pagar. Pero hay una condición que le permitiría salir libre de polvo y paja y tiene que ver con la fecha de caducidad de su contrato.
Ahí estriba la madre de la batalla legal entre ambas partes. Y aparentemente quien lleva las de ganar es el jugador. La gestión del Barça está siendo tan catastrófica que va a quedar mal con Messi, con los socios y con todo el universo futbolero.
El rosarino llegó a Barcelona teniendo 13 años de edad. Deslumbró a amigos y enemigos y un histórico del Barça, Carles Rexach, lo firmó estampando las rúbricas en una servilleta de papel. A partir de ahí el equipo médico del club lo sometió a duras terapias de crecimiento porque su físico en aquel tiempo era prácticamente raquítico.
Ese fue el comienzo de un jugador tímido y encerrado en sí mismo que a sus 33 años sigue deslumbrando con la pelota en los pies. Imposible olvidar sus interminables duelos con otro monstruo del futbol, el portugués Cristiano Ronaldo. Fueron mejores compitiendo por los mismos honores y, hasta ahora, esa singular guerra la está ganando el argentino, a quien en su país no idolatran como a Diego Armando Maradona.
Se acabó el matrimonio y el barcelonismo busca ya culpables para pasarlos por las armas. Aquí también gana La Pulga porque cae bien y porque lo consideran un catalán más, aunque con costo pronuncie una frase en ese idioma.
Está claro que el Barça se encuentra por iniciar una complicada y traumática travesía en el desierto. La falta de tacto de su directiva, el exceso de soberbia, está llevando al equipo por esos derroteros.
No muy lejos de Barcelona, en Madrid, la capital española, no dejan de morirse de la risa por la infinita torpeza de los mandamases culés.