yer se confirmó de manera oficial la renuncia de Víctor Manuel Toledo Manzur a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la cual había trascendido desde la noche del lunes. Es el quinto movimiento de ese nivel jerárquico en el gabinete federal. Al anunciar que el académico será remplazado por la hasta ayer secretaria de Bienestar, María Luisa Albores, el presidente Andrés Manuel López Obrador aseguró que la salida de Toledo se produce por motivos de salud, y calificó al ex funcionario como una persona honesta y un profesional de primera
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Sin duda, el fin de la presencia de Toledo Manzur en la Semarnat es una pérdida para el equipo de gobierno por la solidez intelectual, las credenciales en materia de protección medioambiental y la congruencia que caracterizan al investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México. Esta congruencia se expresa tanto en que haya aceptado el cargo con la intención de poner sus conocimientos al servicio de la nación, como en su renuncia al cargo tras considerar que ya no puede desempeñarlo de manera idónea.
Más allá de sus respetables motivos personales para abandonar la administración pública, está claro que su salida y el incidente que la antecedió –la filtración de un audio en el cual acusó al jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo, y el titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, Víctor Villalobos, por sabotear la agenda en favor del ambiente, la agroecología y la transición energética, así como de proteger intereses empresariales en éstos y otros ámbitos– se enmarcan en una pugna dentro del gobierno federal entre el deber ser del cuidado del medio ambiente y unos intereses corporativos tremendamente poderosos.
En este sentido, no puede ignorarse que el alarmante deterioro ecológico del mundo y de México está íntimamente vinculado a un afán de ganancias desmedidas por parte de grandes conglomerados empresariales para cuya miopía ambiciosa es más barato degradar el medio ambiente que cuidarlo. En la defensa de sus intereses financieros, estas empresas y sus voceros han producido un discurso que no puede soslayarse sin más, pues apela a razones de desarrollo económico que son de obvia necesidad: en efecto, en las condiciones actuales, ni la economía ni la provisión de alimentos pueden prescindir de un día para otro del sector agroindustrial, del petróleo y de otros rubros de la actividad humana que dañan el entorno.
Para superar este dilema, es necesario contar con tecnologías limpias, no sólo en lo energético, sino también en la propia agricultura, en las manufacturas, en la industria turística y, en suma, en el conjunto de la actividad económica. Lo anterior significa articular los requerimientos económicos con una perspectiva de desarrollo sostenible o, en palabras del Presidente, de un desarrollo desde abajo y sin excluir a nadie.
Cabe esperar que la nueva titular de la Semarnat logre construir esta articulación necesaria e impostergable y superar las inocultables tensiones que existen en este terreno en el seno de la Cuarta Transformación.