veces pienso que en el mundo literario se perdona todo (la mediocridad incluida), salvo la militancia y la celebridad. Sólo así entiendo que Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis no hayan ingresado a El Colegio Nacional, que a Jaime Sabines aún lo consideren algunos un poeta local (pese a que sus libros han sido traducidos a otros idiomas) o que a Mario Benedetti, cuyo centenario se cumple este mes, se le haya considerado un poeta menor… en el mejor de los casos.
Todos estos escritores vistos a veces con soslayo tienen el único voto valedero en el terreno de la posteridad: el que les otorgan sus miles de lectores.
Sin más marketing que el generado por sus propios libros, han tejido una gran red de lectores que con su entusiasmo animan la mesa de la cultura.
Sus poemas se hacen canciones (como han hecho Joan Manuel Serrat y Nacha Guevara con Benedetti y Zaira Franco con Sabines), películas (como hizo Jaime Humberto Hermosillo con De noche vienes, de Poniatowska, y Nancy Cárdenas con Monsiváis en México de mis amores).
Son escritores que, como Amado Nervo o Gabriel García Márquez, han vivido a la intemperie de sus auténticos lectores.
Desde los 80, Julio Cortázar vio con alegría que había evidentemente un enorme sector de lectores que reconoce la obra de Mario (Benedetti) y eso es otro índice alentador para América Latina. Qué bueno es ver que nuestros escritores siguen trabajando duro
, le comenta a su editor Guillermo Schavelzon en una carta fechada el 16 de junio de 1982.
Y vaya que Benedetti se la jugó y se sostuvo sólo por sus lectores en la época en que la inteligencia y lo honestidad moral en Uruguay eran vistas como amenaza por los militares. Profesor exitoso, tuvo que exilarse para salvar la vida. Vivió en Argentina, Perú, Cuba y Madrid.
Fue durante sus aproximadamente 10 años de exilio cuando publicó los que para muchos son sus mejores libros de poemas: Poemas de otros y La casa y el ladrillo.
En estos años en los que la poesía comprometida es anatema, Benedetti fue sin pudor un poeta del compromiso, de la militancia, de la lucha por la justicia en conferencias y ensayos, pero también en sus poemas, como es claro en el clásico poema Te quiero, en el que la lucha por la justicia y la rebeldía son la complicidad que une a los amantes.
Versos sencillos sin rebuscamientos para tender un claro puente al lector. Podríamos decir que la maestría de Benedetti no consistió en afanarse en demostrarla, sino en llegar al lector. ¿Que no se vale ser tan claro para alcanzar al lector? ¿Que los versos de ese poema son demasiado sencillos? ¿No deberían serlo?
En 1952 el joven Octavio Paz publicó la Anthologie de la poésie mexicaine en la editorial Nagel de París, gracias a un convenio entre el gobierno de México y la Unesco. La presentación la hizo Paul Claudel. Incluyó por supuesto a Sor Juana Inés de la Cruz y su célebre poema Sueño o Primero sueño para los académicos. Y aunque incluyó otros poemas, dejó fuera las clásicas redondillas que han puesto a la poeta en el centro de las academias y en las marchas feministas de todo el mundo: Hombres necios. ¿Le parecieron demasiado sencillos los versos y optó por el críptico y magistral Primero sueño? Pero, ¿en realidad los versos de la redondilla excluida son demasiado sencillos?
Hace unos años, en el sexenio de Felipe Calderón, algunos funcionarios de segunda quisieron llamar la atención sobre la poesía de Octavio Paz e hicieron una aplicación web para ello. Subieron a Internet el poema Blanco, que permite por lo menos tres lecturas, y dejaron de lado Piedra de sol y algunos de sus últimos poemas, que tienen la claridad del día. Parecía que más que invitar a la lectura de los poemas de Paz, buscaban lo contrario. Y eso lograron. Las visitas al poema fueron pírricas pese al gasto de la inversión.
Al parecer, el mejor crítico de cualquier obra es el tiempo. No lo mueven modas, intereses o la miopía habitual de cada época. No se anda por las ramas. Por lo pronto, en el centenario del nacimiento de Mario Benedetti y a 11 años de su deceso, sus cuentos y novelas, y al parecer sobre todo sus poemas, siguen gozando de buena salud entre los lectores pese a lo que digan en el circo literario.