n Alba o crepúsculo se pregunta Octavio Paz: ¿Seremos capaces de convivir en una democracia abierta con todos sus riesgos y limitaciones? Y se contesta que el pluralismo es relativismo y el relativismo es tolerancia. En las democracias modernas no hay verdades absolutas, ni partidos depositarios de esas verdades. Las absolutas pertenecen a la vida privada. Son del dominio de las creencias religiosas y las convenciones filosóficas. En las sociedades abiertas las derrotas son provisionales y las victorias relativas.
En nuestro país esta transmisión resulta difícil debido a nuestras desigualdades económicas, educativas y sociales, amén de las geográficas y sicopatológicas. Estas ultimas definidas por nuestras grandes pérdidas provocaron neurosis traumáticas colectivas que se agravaron al ritmo del paso de los años acompañadas por nuevas desgracias: ciclones, huracanes, epidemias, etcétera, que dejaron desolación y muerte en los más carenciados. Patología que lleva una y otra vez a idealizarnos como un país grandioso, máscara de nuestras carencias, expresadas y simbolizadas en poblaciones de marginales algunas cercanas a la hambruna –no queremos enterarnos de las hambrunas en está era del coronavirus en países como Sudán del sur, Yemen, el noroeste de Nigeria y la República Democrática del Congo– las consecuencias mentales: graves detenciones del desarrollo sicológico que arrastramos desde la Conquista o la pérdida del territorio en el norte del país.
Vida desordenada que se da entre chistes y transas, deudas y cachondeos, manías y depresiones en las áreas de nuestro acontecer familiar, sexual, laboral o institucional, que repercuten en lo económico, poblacional, epidemiológico o político.
Neurosis traumáticas expresadas en el todo o nada
que decía nuestro genial Octavio Paz: narcisismo individual y colectivo anterior a la teórica expresión del voto donde se repiten estos componentes. Sólo una educación adecuada, masiva, gradual, llevará a la elaboración de los múltiples duelos sin elaborar. Planes de desarrollo, estudios, uno nuevo más por cada gobierno, expresión de pérdidas de nuestra sicología traumatizada sin constancia de objeto (clave del desarrollo sicológico) armonioso, incompatible con la democracia vivida como un ideal fuera de la realidad.
Esto no quiere decir que no se luche por la democracia, sino lo contrario. La lucha empieza por ubicar los problemas que dice Octavio Paz: darles solución al desidealizarlos, como forma de exorcizar demonios; la idealización, la negación, opuestas a una verdadera relación encubren persecuciones en el afecto más significativo hoy día: la desconfianza cuyo origen perdido en los tiempos está en las mil formas de abandono.
Octavio Paz, genial, claro, centra la pregunta del momento: ¿Podemos abdicar del todo o nada
?