El músico hará el encuentro remoto Dosis clásicas para la pandemia // Es importante examinar la obra de esos tres genios sin dejar de lado su vida personal, afirma
Reabrirán Uxmal, Xcambó, Mayapán, Izamal y Ek Balam, informó el INAH en un comunicado // Chichén Itzá comenzará a recibir visitantes el 22 de septiembre
La novela Mi madre, de Yasushi Inoue (1907-1991), narra los últimos años en la vida de una mujer que zozobra en la senilidad. Obra emotiva y personal de uno de los autores clave de las letras japonesas del siglo XX, Inoue plasma el imparable proceso que lleva a su madre a desvanecerse en vida, a fallecer y cruzar el umbral definitivo de la desaparición. Es una historia tan vieja como el mundo, una prueba por la que casi todo ser humano ha de pasar: ser testigo de la muerte de aquellos que le dieron la vida. Con autorización del sello editorial Sexto Piso, ofrecemos a los lectores un fragmento de esta narración.
Bajo los cerezos en flor
Uno
Mi padre murió hace cinco años, cuando tenía ochenta. Se había retirado del cuerpo médico del Ejército con cuarenta y ocho años, justo después de que le otorgaran el rango de general, y se había ido a vivir a su pueblo natal, en Izu. Durante más de treinta años se dedicó a cultivar en el pequeño huerto de su casa las verduras y hortalizas que luego comía con mi madre. Había dejado el Ejército a una edad en la que aún habría podido abrir su propia consulta médica, pero no quiso hacerlo. Cuando empezó la Guerra del Pacífico aparecieron numerosos hospitales militares y centros de convalecencia, y como no había suficientes médicos en el Ejército le pidieron en varias ocasiones que se encargara de dirigir alguna de aquellas instituciones. Pero él declinó todas las ofertas arguyendo que era demasiado mayor. Había colgado el uniforme y no parecía dispuesto a ponérselo de nuevo. La pensión que recibía le alcanzaba para comprar comida, pero por entonces los bienes materiales escaseaban. Si se hubiera reincorporado al Ejército como director de un hospital de campaña, la vida de mis padres, que empezaba a rozar el umbral de la pobreza, habría sido probablemente muy distinta. Además de obtener cierta tranquilidad económica, habrían estado en contacto con otras personas, lo que habría supuesto un estímulo en la vida de aquellos dos ancianos.