Madrid. Mario Benedetti hubiera cumplido ayer 100 años. Si la muerte no lo hubiera arrebatado de este mundo aquel 17 de mayo de 2009, el poeta de la vida cotidiana, de la gente que sufre de amor y desamor, la que sueña con utopías y la que padece represión, hubiera sido testigo de la vitalidad de su poesía.

Su capacidad para congregar en torno a su palabra a gente de varias y variadas generaciones sigue intacta, como se demostró en el homenaje que se celebró en el Instituto Cervantes de Madrid para recordarlo.

Entre los pocos asistentes al homenaje –debido a las restricciones sanitarias impuestas por la pandemia– había algunos de sus más queridos amigos en España, como Joan Manuel Serrat –quien además presentó la antología que preparó para Alfaguara–, pero también estaba quien fue su editor más cercano, Chus Visor, de la editorial Visor, que tiene los derechos de su obra poética en España, y el cantante Joaquín Sabina, quien acudió al homenaje, primer acto público desde que fue operado de un derrame cerebral en febrero pasado.

Además de los que Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, poeta y amigo de Benedetti, definió como los de la vieja escuela, también acudieron al homenaje algunos escritores jóvenes y cantantes, como Rozalén, Ismael Serrano, Marwan, Elvira Sastre y Vanesa Martín.

Los responsables del tributo –García Montero y Serrat– decidieron que la mejor forma de honrarlo era leyendo su poesía, que sigue siendo de las más leídas en español y que cada día gana nuevos lectores.

Serrat explicó que decidió hacer una recopilación cronológica porque, como un lector más, era la mejor forma de conocer la profundidad de su evolución y la importancia de su obra en todas las facetas de su vida.

La relación entre Serrat y Benedetti, según contó el cantautor barcelonés, se inició cuando realizó su primera gira por América Latina en la década de los años 70 y le tiraban al escenario, además de peluches y chocolates, algunos libros de los poetas del país y siempre había alguno de Benedetti. Era la época en que Serrat triunfó internacionalmente con sus versiones de Antonio Machado, pero fue hasta 1985 cuando decidió versionar como canciones los poemas de Benedetti, en el disco El sur también existe. Ese fue el punto de partida de una amistad que mantuvieron intacta.

Serrat ironizó con la marginación que sufrió Benedetti de la academia, que lo consideraba un poeta menor –como el mismo Benedetti se burló en otro de sus poemas–. Y recordó que precisamente por despojarse del artificio entendió la canción como arte, con su oropel literario y poético, pero simplificado en la estructura que exige una canción. Además lo hizo en un siglo XX que cambió las reglas del juego. Serrat añadió que Benedetti ha sido referente ineludible en mi vida y mi carrera; mi compromiso con Mario no terminará nunca.

García Montero explicó que Benedetti nos enseñó que la poesía no es inventar un lenguaje raro al margen de la sociedad, sino tratar de la manera más respetuosa posible el lenguaje de la tribu. La necesidad de una dimensión cívica y ética de las palabras me parece importante; ahí está la enseñanza de Mario Benedetti.

Asimismo, recordó que la antología cronológica de Benedetti sirve para comprender las tres grandes facetas de su vida: antes del exilio, la del exilio y la del desexilio.

Sabina, antes de leer los poemas que eligió para rendirle homenaje, recordó que conoció a Benedetti en su casa de Uruguay, cuando compartieron una cena junto con Serrat. Desde entonces siempre que canta en Uruguay, antes de los conciertos, recita un poema que escribió en homenaje al poeta y a otros amigos del país por sus palabras tan sabias, tan erguidas, tan profundas.

Entre los poemas que leyeron se encontraban Amor de tarde, Corazón coraza, Arte poética, Defensa de la alegría, Hagamos un trato, Viento del exilio, El sur también existe, Papel en blanco, Cómplice y Ola.