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Mejor, con la ONU
L

a Organización de las Naciones Unidas conmemoró el lunes pasado su 75 aniversario. Lo hizo a la distancia, en una Asamblea General virtual que arrojaba más preguntas que respuestas y más dudas que certezas, y donde su secretario general exhortó a la unidad de las naciones para vencer el superávit de desafíos y de soluciones multilaterales.

Pero detrás de esta celebración subyace de tiempo atrás una larga lista de retos internos y conflictos globales, que colocan en el centro del debate aspectos como la relevancia, el prestigio y hasta la viabilidad misma del organismo.

A los intrincados problemas globales con los que la ONU ha tenido que lidiar en años recientes, como el calentamiento global; el resurgimiento de la intolerancia; un racismo semejante al que hace poco más de un siglo abrió la puerta al fascismo o la amenaza de una nueva guerra fría entre Estados Unidos y China, se suman ahora otras dificultades colosales como el contagio mundial por el coronavirus y la que se anticipa será la peor crisis económica desde la Gran Depresión.

El portugués António Guterres aprovechó la oportunidad para alertar nuevamente sobre la catásfrofe climática de se avecina. La biodiversidad se derrumba, dijo. Y manifestó que el multilateralismo no es una opción, sino una necesidad en la tarea de reconstruir para lograr un mundo más igualitario, más resiliente y sostenible. Naciones Unidas debe estar en el centro de nuestros esfuerzos.

Si bien la ONU presume la relevancia y efectividad probada del multilateralismo al evitar conflagraciones como una tercera guerra mundial, y se ha afianzado como la principal proveedora de ayuda humanitaria, también es cierto que peligra el cumplimiento de los 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible para 2030.

Las reiteradas peticiones de Guterres para un alto al fuego global, con el propósito de enfocar los esfuerzos en el combate a la pandemia del Covid-19, han sido desatendidas y su exhorto a los países para contribuir a un plan de emergencia de 10 mil millones de dólares para contender con la emergencia sanitaria, desgraciadamente, también apuntan al fracaso.

En su creación, hace 75 años, Naciones Unidas contaba con 50 miembros. Hoy está conformada por 193 naciones y una burocracia global cercana a 44 mil personas, más un aparato militar integrado por más de 100 mil cascos azules.

Este crecimiento, desmedido para muchos, ha aumentado las voces que cuestionan el poco poder real que la estructura básica de la ONU otorga a su cuerpo principal, la Asamblea General, y que, en cambio, sí brinda a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad –única instancia facultada para imponer sanciones económicas y para desplegar fuerza militar–, y del cual, por cierto, México pasará a formar parte en unas cuantas semanas.

Esas mismas disidencias censuran el que ningún miembro permanente del Consejo de Seguridad se muestre dispuesto a modificar la estructura de poder y que se haya dado un estancamiento en temas diversos, que termina enfrentando a Estados Unidos no sólo con China y Rusia, sino incluso con sus aliados, como Gran Bretaña y Francia.

Mentalidades autocráticas, como la de Donald Trump, se han convertido en los críticos más severos de la idea de una gobernanza global, y acusa que la contribución de casi 10 mil millones de dólares que Estados Unidos aporta cada año al organismo internacional se ha convertido en un gasto inútil.

En este contexto, la crisis actual del gobierno de Estados Unidosy los amagos de Trump de reducir los apoyos económicos a la ONU, representan una oportunidad para que otros integrantes afiancen su presencia al interior, al igual que otros actores no necesariamente gubernamentales.

Pese a lo complicado de la agenda y a los enormes retos, es relativamente claro el consenso entre una mayoría de embajadores que considera a la ONU un espacio vital para la comunidad internacional. Naciones Unidas les representa una válvula de seguridad donde, si bien no se resuelven muchos de los conflictos, porque simplemente existen diferencias irresolubles, sí se logra con frecuencia despresurizar tensiones.

Resulta obvio que nadie –o muy pocos– desean un gobierno mundial, pero resulta impostergable unir fuerzas en el ámbito multilateral de la ONU para mejorar la gobernanza del mundo.

En este planeta interconectado se requiere un multilateralismo en red, en el que Naciones Unidas, las instituciones financieras internacionales, las organizaciones regionales, los bloques comerciales y demás actores, trabajen de la mano, de una manera más estrecha, solidaria y eficaz.

Al cumplir 75 años de vida, Naciones Unidas precisa, sin duda, de un nuevo impulso. El tamaño de los desafíos demanda un multilateralismo renovado y fortalecido. El panorama para el planeta se vislumbra poco prometedor, pero no tengo duda de que para el mundo será siempre más esperanzador afrontar las dificultades contando con una organización como la ONU, que sin ella.