sta semana se desarrolla la Asamblea General de la ONU dedicada a conmemorar el 75 aniversario de la organización. Entre los temas a debate, los desafíos multifacéticos de la pandemia, la pospandemia y gravísimas amenazas como el colapso climático o la carrera nuclear. Por eso menciono en el título de este trabajo, con plena deliberación, el apocalipsis; según el diccionario de la RAE: situación catastrófica ocasionada por agentes naturales o humanos que evoca la imagen de la destrucción total
. Aquí me refiero a agentes humanos, pues su enrolamiento forzado en el sistema capitalista ha hecho a nuestra especie causante y víctima, a la vez, de las pandemias, del colapso climático y de la carrera nuclear, fenómenos que la empujan a su desaparición de la faz de la Tierra. Aunque ese trágico desenlace podría evitarse si avanzáramos a una radical transformación social que ponga freno al derroche capitalista y estimule la construcción de un mundo solidario y fraterno. Se trata del acto más democrático posible: hacer que prevalezca el derecho a la vida de la inmensa mayoría del género humano sobre el ilegítimo afán de lucro de una cada vez más exigua élite de magnates financieros.
En esta asamblea no han faltado palabras lúcidas de algunos de los líderes mundiales, comenzando por las iniciales del portugués Antonio Guterres, secretario general de la ONU, verdaderamente acertadas: Veinticinco años después de la Plataforma de Acción de Beijing, la desigualdad de género sigue siendo el mayor desafío individual a los derechos humanos en todo el mundo. Se avecina una catástrofe climática. La biodiversidad se derrumba
. Añadió el peligro que entrañan las armas nucleares, así como las amenazas que crean las nuevas tecnologías y las fragilidades que ha expuesto la pandemia. Sólo podemos enfrentarlas juntos, dijo, y puso el dedo en la llaga: hoy en día tenemos un superávit de desafíos multilaterales y un déficit de soluciones multilaterales
. Guterres volvió a pedir que callen las armas.
No podían faltar discursos totalmente contrarios a los del secretario general, como los de Trump ( America first) y sus títeres Bolsonaro, Duque (conocido como el mentiroso), Piñera, Moreno y sus homólogos, exponentes de la decadente derecha latinoamericana por no hablar de los deprimentes líderes de la Unión Europea.
Contienen contribuciones muy importantes al logro de la paz, la cooperación, el multilateralismo y la solidaridad internacional los mensajes de Putin, Xi Jinping y el iraní Hassan Rouhani. Ahora bien, de todos los que leí, que no fueron pocos, el que me pareció más completo e integral fue el del presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, porque sintetiza, además, muchas de las mejores ideas expuestas ahí:
Tanto como la solución a la pandemia, urge ya la democratización de esta indispensable organización, para que responda de manera efectiva a las necesidades y aspiraciones de todos los pueblos. El anhelado derecho de la humanidad a vivir en paz y seguridad, con justicia y libertad, base de la unión de las naciones, es constantemente amenazado. Más de 1.9 billones de dólares se dilapidan hoy en una insensata carrera armamentista sustentada en la política agresiva y guerrerista del imperialismo, cuyo máximo exponente es el actual gobierno de Estados Unidos, responsable del gasto militar global. Hablamos de un régimen marcadamente agresivo y moralmente corrupto, que desprecia y ataca el multilateralismo, emplea el chantaje financiero en su relación con las agencias del sistema de Naciones Unidas y con una prepotencia nunca antes vista se retira de la Organización Mundial de la Salud, de la Unesco y del Consejo de Derechos Humanos. Hoy somos dolorosos testigos del desastre a que ha conducido al mundo el sistema irracional e insostenible de producción y consumo del capitalismo, décadas de un injusto orden internacional y de aplicación de un crudo y desenfrenado neoliberalismo, que ha agravado las desigualdades y sacrificado el derecho de los pueblos al desarrollo
.
Díaz-Canel se refirió también a la asfixia financiera impuesta por Estados Unidos a Cuba, que no descansa, además, en el empeño de que a la isla no llegue un solo barril de combustible. Situación muy parecida a la venezolana, expuesta por el presidente Nicolás Maduro, quien recibió la solidaridad de su par cubano, también extendida a la independencia de Puerto Rico, a la devolución de las islas Malvinas a Argentina, a la constitución del Estado palestino según lo acordado por la ONU y a todos los que sufren las embestidas de Washington.
El mandatario cubano también expuso el exitoso enfrentamiento de su país al coronavirus, con una letalidad inferior a la regional y mundial. Como era de esperar, reivindicó las 46 brigadas médicas cubanas desplegadas en el combate al Covid-19 en 39 países y territorios cuya labor, por cierto, está convirtiendo en clamor universal que se les otorgue el premio Nobel de la Paz. Esas brigadas demuestran que es posible forjar la solidaridad que la humanidad requiere desesperadamente para sobrevivir, para vivir con dignidad.
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