esde que se vio obligado a exiliarse voluntariamente, guarda silencio sepulcral. Tampoco aparece en público en Arabia Saudita, su refugio. No es el que deseara, pero allí está seguro, pues dicho reino no tiene tratado de extradición con Suiza, donde lo investigan por el presunto lavado de 100 millones de euros provenientes de los dirigentes sauditas.

Los altos índices de contagio de Covid-19 y los desacuerdos políticos llevaron a segundo plano el tema de Juan Carlos de Borbón. Mas una mujer habla por él en los medios y revela asuntos desconocidos: Corinna Larsen, su amiga entrañable. Mañana hablará también ante la justicia española, no sobre los 65 millones de euros que el emérito le regaló, sino de otro delito en que está implicada.

Del regalo, ella asegura que fue motivado por el amor; un reconocimiento por cuánto signifiqué para él. Era gratitud por haberlo cuidado durante sus peores momentos. El romance duró 10 años y, al finalizar de mala manera, Juan Carlos le pidió, sin éxito, que le regresara el dinero.

Entre dos frentes de ataque

Corinna revela que la familia del rey sabía plenamente de la relación que mantenía con él, que éste fue víctima de un golpe de Estado interno para hacerlo abdicar y que le confesó tener dos frentes que lo atacaban: uno, constituido por su esposa y sus lugartenientes. Ella tiene prisa en poner a su hijo en el trono porque tiene mucha más influencia sobre él que sobre mí. El segundo frente lo encarna Mariano Rajoy, cuyo objetivo es castrarme y debilitar la monarquía.

Nadie ha desmentido a Larsen; mientras, aparecen más datos sobre la fortuna del ex jefe de Estado español, la cual calculó The New York Times en 2 mil 300 millones de dólares. El diario estadunidense también sostiene que, a diferencia de otras monarquías europeas, cuando Juan Carlos accedió al trono al morir el dictador Francisco Franco, prácticamente no poseía nada. La revista Forbes estima su fortuna en 2 mil millones de dólares.

Conocer el origen de ese enriquecimiento inexplicable abrirá una enorme cloaca. Quizá para no hacerlo público, la justicia española mira hacia otro lado.