oy se cumple un año más de la matanza de Tlatelolco. En ese crimen participó el Batallón Olimpia y, de forma destacada, el Estado Mayor Presidencial, ente autónomo conformado por tropa y oficiales de élite del Ejército, y responsable de la seguridad del jefe de Estado. Por fortuna ya no existe.

Desde sus inicios, la prensa condenó el movimiento estudiantil y lo calificó de responder a oscuros intereses extranjeros. Igual lo hicieron sus editorialistas, siguiendo directrices que impartía el capo de los analistas políticos al servicio del poder: Francisco Galindo Ochoa. Por eso, decenas de miles al pasar por sus sedes gritaban: ¡Prensa vendida!

El día siguiente de la matanza, El Universal destacó en primera plana: Tlatelolco, campo de batalla. Durante varias horas, terroristas y soldados sostuvieron rudo combate. Y El Sol de México: Manos extrañas se empeñan en desprestigiar a México. El objetivo: frustrar los XIX juegos.

De la actitud sumisa de los medios da cuenta Elena Poniatowska en su libro ya clásico. También de las excepciones, los que no se amedrentaron por la figura sagrada del primer mandatario. Como Abel Quezada y su cartón en el Excélsior de Julio Scherer al otro día de la matanza: un lienzo negro con una pregunta ¿Por qué?, todavía no suficientemente respondida. O los escritos de Francisco Martínez de la Vega y José Alvarado, quien hizo la elegía de Ana María Regina Teuscher, estudiante de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México y edecán en los Juegos Olímpicos. La revista Siempre! publicó la imagen de su cuerpo sin vida: recibió seis tiros de arma calibre 45 en la espalda; tenía 22 años. Dos textos resumen la tragedia:

Los empleados Municipales lavan la sangre en la Plaza de los Sacrificios. Octavio Paz.

Lo inexplicable de lo sucedido en la Plaza de las Tres Culturas es lo explicable de la necesidad de dominio de una clase en el poder. Carlos Monsiváis.

Hoy se puede criticar y hasta insultar al presidente de la República, y no faltan los que lo hacen al perder beneficios monetarios que se cubrían con nuestros impuestos.