ientras México alcanza los 800 mil contagios, supera ya las 80 mil muertes y avanza inexorablemente hacia la fatídica cuenta de 100 mil decesos, todo ello como consecuencia del coronavirus, en otras latitudes del mundo se afronta ya la segunda oleada de la epidemia.
Desde hace algunos días, en varias naciones de Europa, como Francia y España o el Reino Unido, han comenzado a reimponerse algunas restricciones a partir del repunte de nuevos casos de infección. París, Madrid y Londres, se han visto nuevamente sacudidas por los rebrotes.
Medidas restrictivas que afectan al ánimo y la salud mental de los pobladores y que golpean otra vez las economías ya maltrechas, comenzaron a ser aplicadas de manera local en ciudades europeas: cierre de bares, recorte a la mitad en la actividad presencial en universidades, protocolos sanitarios más estrictos en restaurantes, cines y teatros, así como la prohibición de actos festivos familiares, son algunas de las restricciones que estarán vigentes por semanas.
En México, en momentos en que la curva parece aplanarse –no obstante que los números de contagios y decesos siguen siendo estremecedores– comienzan a aparecer en el horizonte, como fantasmas amenazantes, factores adicionales que podrían meter al país en una situación aún más complicada. Me refiero al invierno, que conlleva el repunte del virus de influenza, y del rebrote del coronavirus que, a decir de las autoridades epidemiológicas, resulta inevitable.
Aunque durante prácticamente todo este año el mundo ha convivido con el Covid-19, lo cierto es que no se tienen bien identificadas las causas de esta segunda oleada, pues los especialistas admiten que hay mucho que se desconoce sobre el comportamiento del virus.
Son variadas las hipótesis sobre las causas que originan los rebrotes de las epidemias. Van desde que se derivan de la mayor capacidad de hacer pruebas y rastreos, con la consecuente detección y registro de mayor número de infecciones, hasta la justificación de que los segundos brotes coinciden con las reaperturas aceleradas –y en muchos casos desenfrenadas– de las naciones tras los confinamientos prolongados.
Otras explicaciones refieren que las segundas oleadas se deben a que, cuando el virus se presenta por primera vez no alcanza a infectar a la totalidad de una población y deja un porcentaje sensible al contagio. Y cuando el virus vuelve, sin que exista aún una vacuna o un medicamento que contrarreste el embate, pues esa población continúa siendo susceptible a ser contagiada.
Si se mira hacia atrás, se observa la historia y se analiza el comportamiento de otras epidemias, queda claro que éstas pueden hacer rebrotes, volverse endémicas o controlarse. La peste bubónica, por ejemplo, tuvo tres episodios muy agresivos en siglos distintos, que mató a miles de personas, en tanto que el sarampión registró varios máximos, hasta que en la década de los 70 del siglo pasado surgió la vacuna y pudo controlarse. El caso del VIH/sida es diferente. Ese fue un virus de los que llegan, hacen un pico pandémico y permanecen endémicos. Es de los que no se van y vuelven, sino que se quedan.
En un informe del Centro de Investigación y Política de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minnesota, dado a conocer hace apenas unos días, se afirma que al mundo le esperan todavía entre 18 meses y dos años más de pandemia.
Sin embargo, para Mike Osterholm, director del Centro, el control de la pandemia está todavía muy lejano, pues estima que los contagios no se detendrán hasta que 60 o 70 por ciento de la población mundial sea infectada.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) considera que en países que como México han comenzado a aplanar la curva, parece poco viable realizar cuarentenas totales o prolongadas para contener un rebrote, pues con un buen sistema de rastreo y contención las autoridades sanitarias podrán establecer cordones locales y concentrarse específicamente en las comunidades donde se registran los nuevos brotes.
No hay necesidad de cerrar nuevamente un país completo porque hemos avanzado en cierta disciplina social y mejorado en la manera de enfrentar la situación. Puede que no tengamos un pico alto en América Latina, sino una meseta amplia, pero la posibilidad de que vuelva es muy clara
, señala la OPS.
Haya o no necesidad de nuevos cierres amplios y prolongados, la posibilidad de rebrote en una nación como la nuestra es inminente. Será preciso voltear hacia los países que enfrentan la segunda oleada y aprender del manejo que ya le están dando a estas nuevas crisis.
Hoy no están claras las causas de la pandemia, pero lo que sí se debe tener identificados son los mecanismos y las medidas para manejarla mejor, cómo reducir los contagios y, desde luego, evitar que el cuadro se agrave con la desafortunada coincidencia con la influenza, que pronto se hará presente entre nosotros.
No es momento para relajarse ni desconocer lo que ocurre y se practica en otras latitudes. México debe estar alerta y tener claridad de qué hacer para mitigar los efectos, todavía no domados, del brote original y de la segunda oleada que, sin duda, ya viene.