as elecciones en Estados Unidos han tenido un carácter carnavalesco, donde se destacan más otros aspectos personales de los contendientes que los proyectos nacionales a favor de su población. La experiencia y credibilidad políticas de los candidatos ofrecidas al electorado para resolver los problemas, al parecer, no son importantes en las contiendas. Las elecciones presidenciales simulan una competencia de shows, de ratings y de insultos propinados entre los candidatos y entre ambos futuros gabinetes. Espectáculo donde prevalece todo menos un nivel político a la altura del cargo que se pretende obtener.
El sistema de partidos políticos estadunidense es complicado. No ha triunfado, para elegir presidente, otro partido que no sea el Republicano o el Demócrata, por lo menos en las pasadas décadas. Los otros cuatros que pudieran dar la pelea son el Partido de la Constitución, el Verde de los Estados Unidos, el Libertario y el Partido de la Reforma de los Estados Unidos. En los años cincuenta el Partido Comunista fue uno de los cinco mejor posicionados. En total, son 34 partidos registrados que han participado, o no, y otros 20 partidos locales más.
La democracia que tanto han presumido todos los gobiernos demócratas o republicanos a lo largo de décadas está quedando, cada vez más, en entredicho, pues deja mucho que desear. Durante años, sólo han participado dos partidos. Los otros cinco nunca alcanzarán a cubrir los requisitos para contender, lo cual les limita para ser parte de esa democracia ejemplar, limpia y pura que dicen tener.
La próxima contienda, el 3 de noviembre, se corre el riesgo de provocar un estallido social más amplio y de proporciones inesperadas. Trump ha respondido que si gana el candidato demócrata es porque hicieron fraude. Hasta el momento, han votado por vía Internet más de 22 millones de personas, y la gran mayoría a favor de Joe Biden.
El presidente Trump, candidato para relegirse, llevará la contienda por la misma ruta tradicional. Y, como ya lo anunció, en el caso de no ganar, el espectáculo puede convertirse en una jornada de mayor violencia, incluso más grave que las desatadas después del asesinato de George Floyd el pasado mes de mayo y otros más posteriormente. Incluso, no se descarta que el Presidente recurra a mayor fuerza represiva policiaca.
La violencia verbal ha sido estimulada por el mismo primer mandatario, al referirse irrespetuosamente a diversos grupos de la población, especialmente contra migrantes latinoamericanos. El ataque a estos grupos son promesas de campaña
. Por insólito que parezca, son muchos los sectores de la población estadunidense que se motivan para relegir a Donald Trump. La idea es mantener el carácter de supremacía blanca, dicho que no se le ha escuchado al contrincante Joseph Biden.
En el debate próximo, donde se tocarán los temas de la pandemia por el Covid-19, la seguridad nacional, el cambio climático, los conflictos raciales, la familia estadunidense y el liderazgo, se esperan respuestas de mayor nivel político.
El pueblo estadunidense merece un mejor gobierno. La ciudadanía espera una oportunidad de reivindicación. Sus gobiernos anteriores, todos, han sometido a la población a la obligación de enfrentar guerras en defensa de su soberanía y libertad
en campos de batalla a miles de kilómetros de sus fronteras: Vietnam, Irak, Afganistán, Corea del Sur, Corea del Norte, etcétera. Invasiones: Granada, Panamá, Guantánamo, Cuba, etcétera. Además de otras amenazas bélicas.
Se han manifestado en diversos medios, miles de personas que están en contra de la relección de Trump. La opinión generalizada es que sería una tragedia para Estados Unidos repetir el gobierno desastroso al que fue sometido el país.
Cualquier agresión importante por parte del candidato republicano hacia el candidato demócrata podría llevarlo a juicio. Pero, casualmente, en la Suprema Corte ahora se encuentra la juez Amy Coney Barrett, amiga del presidente y recientemente elegida por el mismo Trump. La juez es reconocida por su clara posición derechista, quien intervendría, seguramente, de inmediato en apoyo al candidato-presidente.
Son cosas del destino. Una juez ad hoc por si hace falta defender a quien no ganó, en este caso, el presidente Trump, pero que se adjudicaría el triunfo, en caso de perder, o que reclamaría, en caso de que no le guste el resultado en su contra.
Los datos muestran una clara ventaja de J. Biden sobre Trump. En el debate pasado, la cifra de simpatizantes del demócrata rebasó 10 por ciento de partidarios a su favor. El peligro de un colapso económico es real si los votos favorecen la relección del republicano y, además, sería un duro golpe para la democracia estadunidense y para el pueblo que, como dijimos antes, merece un gobierno mejor.