a sido mil veces citada, mientras crece su poder explicativo: Las revoluciones se producen en los callejones sin salida; cuando la verdad es demasiado débil para defenderse y tiene que pasar al ataque
. La idea plástica de Bertolt Brecht acomoda a mil circunstancias diferentes. Un dirigente mexicano incansable acompañó a las masas en su sufrimiento, mientras los neoliberales y su régimen corrupto las aplastaba con saña, sintiéndose eternos (el fin de la historia
). El pueblo se hallaba en un callejón sin salida, su hambre, su miseria, su exclusión de todo, era una realidad asfixiante; para los neoliberales todo era natural
; la sociedad no existe, existen los individuos autónomos
, cada uno responsable de sí mismo: los jodidos están jodidos porque no saben hacer más; difícil hallar tanta cretinez corrupta, tanta insensibilidad en presuntos humanos.
Andrés Manuel no se cansó nunca; le dijo al pueblo sin freno y sin pausa que la corrupción era el mal mayor. Que había que echar abajo al gobierno corrupto. No se equivocó en el mensaje político principal necesario. La campaña mostró, para quien quiso y pudo verlo, que en el pueblo se configuraba una rebelión contra el statu quo y su armazón política e institucional neoliberal prianista. En julio de 2018 lo hizo con un grito cuyo eco continúa. El régimen en que vivimos es así: prianista; el régimen nunca es neutro, su índole proviene de sus creadores. Los liberales de todos los tiempos han creído siempre que su idea del mundo y su paupérrima propuesta de organización de la sociedad es una en la cual el mercado debe ser el eje del entramado institucional.
Durante el tiempo de gobierno de la 4T la vida posible en México ha estado muy por debajo de la necesidad reclamada en aquel grito. Ciertamente había un contexto: la declinación de la economía mundial –incluido México– anterior a la pandemia y ahora la crisis sanitaria que la empuja. Las rabietas de las voces opositoras muestran, sin embargo, que algo se mueve que los irrita hasta los huesos. La 4T tiene que apurar el paso. El consenso de millones no será eterno y es clarísima la necesidad imperiosa de radicalizar el alcance y tiempos de las transformaciones: más a la izquierda, más, que sobra ancho de senda. La 4T no tiene el poder del Estado; debe alcanzarlo al tiempo que las transformaciones para la vida de las masas avancen sin reposo. La 4T no podrá florecer apresada en las instituciones nacidas de y para las minorías incluidas en el régimen neoliberal.
Ese régimen fue instaurado con violencia económica, social y directamente represiva. Acteal (1997), Atenco (2006), o Ayotzinapa y Tlatlaya (2014) son apenas unos dramas –especialmente atroces– producto de unos modos salvajes de mantener a raya a los excluidos. En tanto, el discurso público era que en México había una transición a la democracia
, mientras se creaban instituciones útiles a ese régimen constituido para el solaz y vida regalona de una minoría enchufada al neoliberalismo globalizado: los incluidos en el gran consumo, en una democracia electoral con permiso para violar su propias reglas; en la corrupción cada vez más demencial, tanto que la purulencia es permanente y el tramo del pozo purulento aún inexplorado es incierto y muy profundo.
Raúl Prebisch escribió en 1979, refiriéndose a América Latina, que el desarrollo consistía en la conformación de una sociedad privilegiada de consumo
que, en el marco estrecho de sí misma, prosperó intensivamente a costa de la sociedad de infraconsumo
. Prebisch no alcanzó a ver en qué grado de barbarie el régimen neoliberal corrupto operaría la exclusión.
La captura del general Cienfuegos es parte de un río de supuración que va mostrando el pasado inmediato del mundo neoliberal. Se va apresando a los malhechores, se cambian los modos de gobierno, pero la 4T y sus iniciativas no podrán avanzar sin una evolución sustantiva hacia unas instituciones funcionales a sus objetivos sociales. Todas las fuerzas del cambio deberán entrar ya a la deliberación de la transformación institucional en sentido progresista. La 4T puede verse cada vez más maniatada por las instituciones actuales neoliberales.
Abrir esa deliberación puede sanear el jaleo y la confusión que reinan en Morena, surgidos de la suma de pedazos que no logran –ni podrán hacerlo– convivir y empezar nuevamente a delinear el futuro. No hay ahí pluralidad productiva, sino asamblea de distintos que, sin la presencia del líder que pudo mantenerlos unidos
en el tramo electoral, la heterogénea coalición ganadora no puede ir más lejos una vez que ganó: era su cometido. De la deliberación de los distintos debe salir un tren de futuro identificable como tal para las masas. La discusión acerca del porvenir pondrá a cada uno en el lugar de las verdaderas convicciones e intereses de cada corriente interna, algunas de las cuales están más cerca del statu quo que de un futuro que deje atrás sin ambages la totalidad del mundo neoliberal.