a verdad es que México parece gustar de navegar entre nubes, pero ha pagado caro tal afición. Pocas veces hemos tenido un horizonte claro, vientos de popa y una tripulación sonriente con un capitán ufano. Las más de las veces, cada fin de sexenio resulta catastrófico y por instinto de supervivir, cada inicio de gobierno se renueva la esperanza para ir de vuelta a lo mismo.
Desde el fin del gobierno de Díaz Ordaz, hace 50 años, esto es una verdad: sangre, quiebras, desencantos, escándalos, fraudes. Décadas de no poder evitarlo. Cada historiador tendrá una explicación, pero en el fondo serían concurrentes.
No es fácil recordar el inicio de un tercer año de gobierno en las condiciones en que inauguraremos 2021. Es apenas el inicio del tercer año y es evidente que se anticipa con muchas caras adversas, externas e internas, espontáneas o provocadas.
De fuera llegan efectos de la globalidad universal de amenazas irrefrenables sobre política, economía y cultura, a ello hemos de agregar la pandemia, actor en un mundo homogenizante. En ella somos multidependientes. En lo bilateral, la apremiante necesidad de redefinir nuestra postura hacia Estados Unidos ante una anticipable frialdad, por lo menos, de su próximo gobierno. La administración Biden se anticipa serena como el que es ya presidente. Tiene muchos apremios y México es uno más. De él lo que quiere es los menos líos posibles.
Puntos álgidos: desconfianza mutua, migraciones, comercio, ecología, drogas, creciente fragilidad nacional y, sin embargo, ya dimos el primer patinazo.
En política interior, un gabinete que se inició con pocas expectativas no logró simpatías y menos confianza, se les percibe indiferentes. Un año con elecciones macro en puerta, con una revoltina de gobernadores oportunistas con la fundada perspectiva de que ante el pueblo sabio
motivarán adhesiones si preguntan: ¿Debemos exigir más dinero del presupuesto federal o no?
Agréguese una situación de violencia que cada día y en cada lugar contradice la ruidosa despedida de Alfonso Durazo. Incertidumbre que se alimenta con la aún ausente nueva secretaria Rosa Icela Rodríguez. Respetable señora que recibe una secretaría sin contextura, sin proyecto de una política pública vital y desposeída de su instrumento de acción, la Guardia Nacional. Tiene el seriecísimo reto de construir una institución de interés nacional.
A la economía nacional las afectaciones externas e internas la han reforzado como tema de gran delicadeza. Resalta que el empresariado se encabrita sin recato, la insolencia que les es tan propia se exalta. Se recuerda a las múltiples crisis financieras sufridas, que en su superación, además de medidas internas que afectan empleo y precios, solemos acudir a la banca extranjera o al propio gobierno estadunidense, temas que el Presidente detesta.
La pandemia amenaza con un rebrote ante el que el pueblo se resiste a protegerse. El efecto ya envía señales ominosas sobre la calidad de la educación, salud, retrocesos en la economía familiar y sobre la nacional. La estabilización de este drama, la que sea y cuando sea, dejará un país disminuido, retrotraído en sus logros.
Los ejércitos enredados en cosas que doctrinariamente no deberían ocuparlos tienen efectos a su interior que más pronto que tarde afectarán su espíritu castrense. Es un problema inducido, no espontáneo, sordo, del que sólo AMLO sabe qué quiere. Como en pocos casos está jugando con los vasos del templo.
Nuestro túnel del tiempo nos ofrece dos certidumbres y una duda. 1. Certidumbres: es capaz de proyectarnos al futuro o bien regresarnos en el tiempo y 2. Dudas: ya enviados al pasado, no sabemos a cuántos años atrás nos está remitiendo. Nuestro túnel tiene boca que ya dejamos atrás. Vamos en plena oscuridad, con ciertas curvas previsibles, otras inesperadas. Vamos sin perspectiva de destino ni tiempos de salida.
Afecto a tocar de oído, el Presidente olvida que, en su Plan Nacional de Desarrollo propuso establecer un Sistema Nacional de Inteligencia. A dos años nada de ello es perceptible. Un sistema así serviría para gobernar con mayor certidumbre, con capacidad para anticipar riesgos y diseñar respuestas, pero el Presidente no lo cree así.
El 2021 nos espera a sólo seis semanas, nos obliga a muchas cosas. La central es fortalecer el espíritu de lucha. Nada superaremos sólo con lamentaciones. Precisamos reciedumbre y compromiso, dejar de lado ese afán paralizante sin comprometernos a nada. No es renunciar a la observación, al análisis y libre opinión sobre los hechos de la vida nacional. Eso es imprescindible, pero demanda serenidad.
En verdad la representación del túnel del tiempo es una ligereza, pero figura aparte, encierra una verdad: el futuro es incierto y nuestra actitud ante él debe ser de templanza, sobriedad y determinación. En este reto ya se advierte mayor disposición entre los mexicanos que menos tienen y así dan ejemplo.