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La muestra

Buñuel en el laberinto de las tortugas

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▲ Fotograma de la cinta de Salvador Simó.
L

uego de haber sido cancelada durante el momento más crítico de la contingencia sanitaria, se pospuso la difusión de la 68 Muestra Internacional de Cine para una fecha más propicia. Finalmente vuelve hoy a la Cineteca Nacional con una propuesta de 14 largometrajes internacionales, exhibidos cada uno durante seis días, a partir del 13 de noviembre. Poco después, la Muestra retomará su habitual recorrido por diversas salas comerciales.

El título elegido para iniciar el evento es Buñuel en el laberinto de las tortugas (2019), cinta española de animación escrita y dirigida por Salvador Simó, a partir de la novela gráfica homó-nima del ilustrador Fermín Solís. La idea es interesante y atractiva. Se trata de una aproximación a la biografía temprana del cineasta aragonés, sobre todo a un momento muy especial de su proceso creativo. Después del escándalo que provocó en París el estreno de su sulfurosa cinta surrealista La edad de oro (1930), Buñuel atravesó por una crisis financiera. Pesaba sobre él la recepción igualmente polémica de Un perro andaluz (1928), cinta realizada en colaboración con Salvador Dalí, pintor con quien luego rompería los lazos profesionales y amistosos. En ese momento de desasosiego y resaca intelectual, el cineasta descubre la tesis de un hispanista francés, Maurice Legendre, titulada Las Hurdes, estudio de geografía humana (1927). Interesado en filmar un pueblo extraño en Extremadura, detenido culturalmente en una virtual época medieval, el director da un vuelco radical a su carrera y explora la veta del cine documental para imprimir en él su sello característico de humorismo cáustico. El resultado es un cortometraje ya clásico de 27 minutos, Las Hurdes, tierra sin pan (1933).

A partir de la anécdota de la ayuda providencial que un amigo cercano, el anarquista Ramón Ancín, brinda a Buñuel para realizar su documental, el realizador Salvador Simó evoca ahora las peripecias de un rodaje que despegó como simple exploración etnográfica de una situación de miseria social, para aterrizar en las obsesiones personales y artísticas más heterodoxas del aragonés. Es notable la decisión de intercalar escenas del filme original en un material de animación que no vacila en retomar desconcertantes momentos de crueldad en Las Hurdes buñuelianas (un burro devorado por las abejas, decapitación manual de gallos vivos colgados de un lazo tendido) para combinarlos con escenas oníricas de corte surrealista (procesión de elefantes dalinianos con extremidades largas, lluvia de mariposas amarillas). Aquella violencia extrema, existente en la región, y agudizada con manipulación y cálculo por el artista que 17 años después filmará en México Los olvidados, planteó en su momento polémicas morales hoy todavía vigentes. La explotación de una escenografía de la pobreza (lo que algunos llamarán el recurso en el documental a la pornomiseria), contrasta aquí con el aliento humanista y solidario que Salvador Simó le atribuye, de modo apresurado, a un Luis Buñuel conmovido por esa misma pobreza que retrata de modo crudo, casi voyeurista. La cinta de Simó alude a esas complejidades artísticas y morales, y lo hace con gala de inventiva y también con un toque de ironía crítica. Eso es más de lo que suele esperarse de las hagiografías de grandes artistas, sobre todo cuando pasan por el prisma de una animación.

Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional. 14 y 18 horas.