Opinión
Ver día anteriorMiércoles 18 de noviembre de 2020Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Pensamiento mágico
G

lobalmente la pandemia del Covid-19 se inició hace un año. La primera víctima detectada fue un hombre de 55 años, en Hubei, China. Tras 12 meses, por todas partes existen actitudes y conductas que desafían peligrosamente los daños plenamente comprobados que provoca el virus. Los desafíos van del negacionismo hasta proliferación de supuestos remedios instantáneos, que tienen el común denominador en el pensamiento mágico.

El coronavirus hizo realidad el llamado efecto mariposa, según el cual un pequeño aleteo del insecto puede provocar un huracán en algún lugar muy distante. Cuando se hizo del conocimiento público el rápido contagio provocado por el virus en Wuhan, China, tal vez solamente algunos científicos visulalizaron los estragos que ocasionaría mundialmente. El valiente médico Li Wenliang alertó en diciembre pasado acerca de la letalidad del virus. Las autoridades lo reconvinieron por diseminar información alarmista y desestimaron sus advertencias. Li continuó documentando casos, murió a principios de febrero contagiado por el virus sobre el cual previó la rápida diseminación global que tendría.

En el mundo el virus ha sembrado enfermedad y muerte. Sobre el origen del mal y las mejores formas de enfrentarlo existe gran cúmulo de investigaciones científicas, muchas de las cuales han sido difundidas en formas accesibles para quienes no tenemos formación en virología ni medicina. En laboratorios de universidades los especialistas trabajan a marchas forzadas para recrear las vertientes de rápida difusión que singularizan al virus y recomendar medidas para enfrentarlo. Sin embargo, millones de personas aquí, allá y acullá desdeñan el conocimiento resultado de evidencias contundentes y optan por hacer caso a datos fruto del esoterismo, adoptan y esparcen ideas de algún santón, profetisa o iluminado que dice tener remedio muy efectivo contra el virus. Esas creencias tienen consecuencias porque los convencidos por ellas se ponen en riesgo pero, replicando socialmente el efecto mariposa, son potenciales transmisores de la enfermedad entre personas cercanas e incluso de otras con quienes tienen relación ocasional, pero suficiente para dejarles anidado el virus.

A un año de haber surgido el Covid-19 deberían ser anecdóticas las seudoexplicaciones sobre los alcances del pequeñísimo, pero muy letal adversario, como aquella declaración del gobernador de Puebla, Miguel Barbosa Huerta, quien dijo sin sonrojarse que la enfermedad solamente le daba a los ricos y los pobres somos inmunes. El avance de la plaga evidenció que quienes más han padecido son los que el gobernador aseguró eran inmunes. Pareceres como el consignado siguen proliferando gracias a mitos y, según sus difusores, conocimiento hermético solamente posible de ser entendido por unos cuantos iluminados.

El pensamiento mágico reverdece particularmente en tiempos de crisis y adversidad. No importa que haya evidencias que desmienten la construcción de ideas y conductas que descansan en ilusiones y expectativas que carecen de asidero con, por ejemplo, en el caso del Covid-19, la realidad demostrada por los equipos de especialistas formados en laboratorios que laboran en lugares apartados entre sí. Para el pensamiento mágico y sus cultivadores siempre hay una conjura, conspiradores que se organizan para crear hecatombes. La claridad para desnudar la conspiración solamente la tienen, desde la perspectiva del pensamiento mágico, muy pocos que, por ciertos dones metafísicos, son capaces de ver lo que para todos los demás permanece oculto.

Es paradójico que pululen pretendidas explicaciones mágicas acerca del Covid-19 usando para esparcirlas herramientas tecnológicas que son resultado de investigaciones científicas. Así hallan lugar instantáneo en las redes sociales ideas que parecieran emanadas de la Edad Media. La cuestión es que seguir las directrices oscurantistas no queda ceñido a pequeños grupos sino que alcanzan popularidad en número de personas suficientes como para hacerse tendencia preocupante para la salud pública.

Los estragos producidos por el Covid-19 (¿por qué en unos lugares tiene más letalidad que en otros?) tienen explicaciones multifactoriales. Aun así un componente que vigoriza los rebrotes por todo el mundo es la explosiva conducta social de millones de personas que voluntariamente se sitúan en la frontera al dejar de lado eficaces medidas preventivas. No me refiero a quienes deben salir cotidianamente a ganarse la vida y no tienen como opción el confinamiento y la oportunidad de trabajar desde casa, posibilidad que las actuales circunstancias evidencia como lujo. Pienso en quienes se arriesgan en actividades innecesarias y hasta baladíes.

La creación de ciudadanía implica la búsqueda de información y análisis de la misma para la construcción de actitudes y prácticas benéficas de la colectividad. Lo mágico va en sentido contrario.