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La educación en los tiempos del Covid
A

casi cien años del surgimiento de la Secretaría de Educación Pública, la actual epidemia del coronavirus SARS-CoV-2 ha generado una crisis económica, social y educativa de dimensiones inéditas, siendo ya conocidas las de carácter económico, cuyos efectos se sabe que serán desastrosos, por lo menos a corto plazo y de mayor o menor gravedad, dependiendo de las medidas tomadas por los gobiernos de cada país, así como de sus niveles de endeudamiento previo al inicio de la epidemia, destacando de manera singular el caso de Estados Unidos, cuyo gobierno, presidido por el señor Donald Trump, ha sido verdaderamente lamentable.

De manera similar, se conocen también las dimensiones del impacto social de la pandemia, a partir de los datos censales de población por edades, niveles de ingreso y distribución regional, lo cual permite determinar el impacto porcentual en el ingreso de las familias, en cada una de las naciones del planeta, al igual que la distribución de las defunciones, así como las capacidades de atención médica, en sus instituciones de asistencia social.

En un claro contraste, para la educación, la incertidumbre actual es mayúscula, ignorándose la magnitud de las consecuencias que tendrá la pandemia a corto, mediano y largo plazo para las naciones y, sobre todo, para las más atrasadas, como es el caso de la mayor parte de los países latinoamericanos, incluyendo el nuestro; sabiéndose que las posibilidades de llevar los programas educativos del tipo Aprende en casa son limitados por las coberturas de Internet en sus regiones rurales, además de la incapacidad de las familias con ingresos insuficientes para proporcionar a sus niños y jóvenes equipos de cómputo, tabletas o por lo menos dispositivos móviles.

En el caso particular de México, las necesidades creadas por la pandemia han dado lugar a la impartición de las clases a distancia utilizando Internet, al igual que la red nacional de canales de televisión, con el propósito de que todos los niños y jóvenes puedan continuar con su preparación escolar. Por ello podríamos decir que el avance tecnológico logrado durante la pandemia ha constituido un efecto positivo del Covid, similar al logrado por muchas empresas, que han logrado ya desempeñar buena parte de sus actividades en casa, tal como sucede en las naciones más desarrolladas, haciendo ver al gobierno que la educación también puede realizarse a distancia sin la necesidad de que niños y jóvenes acudan a la escuela. Ello podría significar un ahorro importante para el futuro, en la medida que equipar a los estudiantes con equipos de ­cómputo seguramente representa un costo menor que el de la construcción y el mantenimiento de las escuelas, tal como las conocemos hoy día, lo cual podría pensarse como una gran revolución educativa.

Sin embargo, antes de pensar en esta posibilidad, es necesario saber con la mayor exactitud posible cuál ha sido el impacto del proyecto Aprende en casa a lo largo de la pandemia, para lo que sería necesario, no sólo saber cuántos estudiantes tuvieron acceso a las clases transmitidas tanto por televisión como por Internet, sino qué tanto pudieron aprender e interesarse por los temas tratados en clase, cuáles fueron las dudas que quedaron sin respuesta durante las clases y cuáles las capacidades y habilidades de los maestros para responder a los cuestionamientos de sus estudiantes, sabiendo, además, que para ello no sería suficiente hacer estudios aplicados a muestras de estudiantes y docentes, sino utilizar pruebas nacionales, como las realizadas anteriormente y aplicadas a la totalidad de los estudiantes, como en su momento fueron aplicadas las pruebas de Enlace y de manera especial la última de éstas, aplicada al final del ciclo escolar 2014-2015, lo que nos permitiría no sólo conocer y medir el impacto seguramente negativo del Covid-19, sino también como resultado del desbarajuste educativo generado durante el gobierno de Peña Nieto y conocer así el impacto real que han tenido los avances realizados hasta ahora, con la cobertura territorial de la televisión y particularmente con la conexión de las escuelas a la web nacional.

Sé que esta propuesta es ambiciosa y puede resultar costosa, pero no tengo duda de que vale la pena por dos razones: la primera es, como lo he afirmado, la única manera de saber qué tanto hemos logrado y qué tanto hemos perdido, tanto a escala nacional como en cada una de las entidades y regiones urbanas y rurales del país. La segunda es la recuperación de la cultura de las evaluaciones, cuya aceptación había venido creciendo año con año, hasta el inicio del mismo sexenio mencionado, cuando las evaluaciones fueron utilizadas principalmente para desprestigiar al sector magisterial, haciéndolo injustamente responsable de todos los problemas de la educación nacional.

La realización de una evaluación que incluya a todos los estudiantes de primaria alta, de secundaria y de bachillerato al final del ciclo escolar 2020-21, que para el caso del bachillerato incluyese a los estudiantes de cada grado, además de evaluar a los estudiantes en materia de ciencias naturales, constituiría un avance realmente importante, sin la menor duda.

*Director general del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa