esde tiempos inmemoriales, una de las creaciones humanas con mayores sótanos oscuros es la política. Maquiavelo lo sabía bien, y habló de su necesidad y aun del uso adecuado de la crueldad. Una zona oscura de la 4T es el episodio en curso del general Salvador Cienfuegos. Por cuáles poderosos motivos ha ocurrido lo que ha ocurrido, pocos lo saben, no los ciudadanos. El Presidente pide al pueblo que le tenga confianza, pero sin dar explicaciones.
El canciller Marcelo Ebrard dijo que el gobierno de Estados Unidos (EU) violó un acuerdo de cooperación en materia judicial para los casos de delincuencia organizada, que por instrucciones del Presidente hizo la reclamación por vía diplomática, y que EU reparó el daño (al instante). Esa noticia nos ha sido dada a toro pasado. El gobierno de la 4T no informó en tiempo a los mexicanos sobre su iniciativa de reclamo diplomático; si lo hubiera hecho, todo sería coherente desde el punto de vista mexicano. De todos modos el hecho habría quedado, como ha quedado, sin posibilidad de comprensión sobre el motivo que llevó al gobierno de Trump a cometer una acción atrabiliaria más, a pocas semanas de su final: interrumpir un juicio y ordenar al fiscal W. Barr el retiro de los cargos y la devolución de quien fue apodado –en las acusaciones de aquel país– El Padrino; parece un acto atrabiliario para los ciudadanos, la DEA y el propio fiscal de EU, y ha sido, al mismo tiempo, la mano eficiente en esa devolución. ¿Hubo un quid pro quo? ¿Es pura perturbación interna en ese país en larga crisis terminal? ¿Hay acaso una oportunidad de oro para México?: el apodo referido, propio del mundo de la mafia, apunta a la existencia de un entramado de cómplices en los delitos reunidos en las acusaciones de marras.
Entre quienes hemos externado mil veces nuestro apoyo al Presidente y a la 4T, hay al menos desconcierto. El Presidente ha dicho innumerables veces que la forma de no equivocarse (en la comunicación entre gobierno y sociedad) es decir la verdad. Pero, por cuanto ahora no hay explicaciones, la expedita devolución del general ha quedado sin remedio como un suceso oscuro. Desconcierta porque el entramado entre los altos funcionarios públicos y el narcopoder es una parte sobresaliente de la tan inaudita como impune corrupción que ha vivido el país por lustros interminables; y resulta que la lucha contra este flagelo es la principal batalla del Presidente.
El canciller dijo que se trataba de delitos cometidos en México y que es aquí donde debe ser abierta la investigación y, en su caso, iniciar el proceso judicial respectivo. Pero, en el mejor de los casos, esa es la mitad de la verdad: el tráfico de enervantes de México a EU es también un delito en EU. Como en el caso de García Luna. Más aún, las acusaciones, no convertidas en pruebas debido a la destemplada interrupción del juicio en sus prolegómenos, vinculan al general con García Luna.
El argumento sobre el respeto a nuestra soberanía presenta dudas mayores. Hace más de un siglo que la soberanía de los estados-nación está debilitándose. Pero lo hace de modo gravemente asimétrico. Todos quedamos insertos en la globalización, pero ahí dentro hay una correlación de fuerzas altamente desfavorable a los países antes llamados tercermundistas, como México. Además, existe una merma a la soberanía del poder político, construida por una correlación de fuerzas internas, donde están los grupos de poder fáctico: los grandes empresarios (invierten o no invierten), los medios, las iglesias y, por supuesto, el poder- narco. El poder público no toma decisiones al margen de esos otros poderes. Más aún, dependemos vitalmente de las decisiones del poder financiero internacional que tenemos encima; la banca mexicana es casi toda extranjera; más las agencias calificadoras. Los estrangulamientos internos por la deuda del Fobaproa están ahí para la eternidad, llenando bolsillos ajenos al país.
La dirección del desarrollo socioeconómico está decidida principalmente por el capital trasnacional, no por el poder público mexicano. El TLCAN/T-MEC está ahí para tejer una integración desventajosa eterna. Nuestra actual estructura industrial fue decidida en un acuerdo
entre un elefante y un colibrí. La dependencia es estructural en un sentido profundo y puede mucho más que la soberanía. Esta situación puede no ser para siempre, pero lo ha sido durante toda nuestra historia y no estamos caminando en el sentido de construir un poder de negociación internacional más fuerte.
La soberanía nacional no es asunto de posturas o discursos o actitudes. Cuentan: en el margen. Las decisiones internas del poder político no se toman sino en el marco de esas estructuras de poder que actúan como limitante contundente. Sin una economía interna fuerte, diversificada, solidaria, con centros de innovación científica y técnica propios, y una sociedad que ha superado las desigualdades educativas, en salud, en alimentación, en techo, nuestras ataduras serán perpetuas.