E
llos dicen que eres una cosa seria
, comenta un reportero de la revista Life en la novela de 1983 de Walter Tevis, Gambito de dama. La cosa seria
a la que alude es Beth Harmon, niña prodigio que, en el libro, acababa de ganar el campeonato de ajedrez del estado de Kentucky, una hazaña notable no sólo por su edad, sino, en ese momento, por su género. El entrevistador la anima a hablar del deporte, pero Beth sólo quería decir algo sobre lo hermoso que era a veces el ajedrez
, escribe Tevis. Ella finalmente no respondió al periodista. No pudo encontrar las palabras.
La serie de Netflix basada en la novela de Tevis, la más vista en la historia de la plataforma, ha convertido por estos días a Beth Harmon en un arquetipo de la mujer que logra reinar por mérito propio en un submundo exclusivo de hombres, interpretada por la actriz argentino-británica Anya Taylor-Joy. Puede parecer sorprendente que una historia sobre una joven que juega al ajedrez resuene en tantos, pero es aún más extraordinario que el programa de televisión haya desatado decenas de especulaciones sobre quién pudo haber inspirado el personaje. El experto en ajedrez de The New York Times supuso que probablemente se basó en Bobby Fischer, el campeón estadunidense que derrotó a un gran maestro ruso en pleno delirio de la guerra fría.
Pero Fischer tenía tanto de genio como de misógino. Llegó a afirmar que la inferioridad de la mujer es innata
, mientras Tevis dedicó su novela a demostrar todo lo contrario. El escritor fue un ajedrecista autodidacta y conocía a fondo los entretelones del juego ciencia, tanto los compendios técnicos como los anecdóticos. En la novela, y por tanto en el tercer episodio de la serie de Netflix, Beth Harmon pide en la biblioteca libros que la ayuden a entender el ajedrez. La bibliotecaria le entrega las memorias del cubano José Raúl Capablanca, campeón mundial de 1921 a 1927, quien habla con admiración de la única persona a la que consideró su discípula y le dio clases, la joven María Teresa Mora (1902-1980).
Las similitudes entre Beth y María Teresa son más que evidentes: ambas comenzaron casi niñas a ganar campeonatos en un mundo en que se les negaba todo a las mujeres, y ambas derrotaron en el tablero a los campeones de su época. En la ficción, Beth enfrenta con éxito a todos sus grandes oponentes en lides de primera línea, y en la realidad, María Teresa a muchos de los suyos en ligas menores, entre ellos a Capablanca.
Había en La Habana una joven de 12 a 14 años que me interesaba mucho. No sólo era inteligente y modesta en todos los aspectos, sino que, además, jugaba al ajedrez bastante bien (creo que hoy es probablemente la jugadora más fuerte del mundo, aunque sólo tiene 15 o 17 años). En realidad, aprendí yo más que mi alumna, aunque espero que mi joven amiga se beneficie de la docena de lecciones que le ofrecí
, contó Capablanca en sus memorias, publicadas en 1920.
Jesús González Bayolo, acaso el único periodista vivo que conoció a María Teresa, la recuerda perfectamente 36 años después de haberla entrevistado. Él se apareció sin avisar en la casa del Reparto Monterrey, en la periferia de La Habana, que la ajedrecista compartía con un sobrino. La primera maestra internacional de Iberoamérica y campeona cubana invicta hasta su retiro en 1960, nunca se casó, no tuvo hijos y su salud estaba seriamente deteriorada, pero conservaba su memoria prodigiosa y le describió una de las tres simultáneas en las que enfrentó públicamente a Capablanca, aquella en la que hizo tablas. Ella ganó las otras dos, pero por respeto al maestro se llevó esas jugadas a la tumba.
No quiso que grabara la conversación, para que no la recordaran con esa voz que no era la suya
, cuenta ahora Bayolo, reportero del diario Juventud Rebelde. Soy presumida
, se disculpó. Él conserva las fotografías de la conversación y otras de la joven María Teresa, a la que le sobraba talento no sólo para el ajedrez. Tocaba el violín y la mandolina con tal perfección que llegó a ofrecer un concierto a teatro lleno en 1921.
A diferencia de Beth Harmon, la cubana nunca ganó un mundial, porque las mujeres no tenían derecho a participar en lides disputadas por los hombres. Lo más cerca que estuvo de un campeonato de esa categoría fue cuando José Raúl Capablanca le ofreció sus clases, porque quería que ella lo acompañara a los juegos de Londres, en 1922. No hubo apoyo financiero para el viaje
, confesó María Teresa. Bayolo aprovechó para indagar con suma delicadeza sobre ciertos rumores de un amorío con el campeón mundial, 14 años mayor que ella: Capablanca era galante, caballeroso y tenía unos ojos azules preciosos
, respondió.
Walter Tevis escribió Gambito de dama en 1983, después de la muerte de la cubana, y no escondió que quería hacer justicia a la formidable inteligencia y valentía de las mujeres del ajedrez. María Teresa ganaría con Beth todos los campeonatos que le fueron negados. Lo merecía.