Domingo 29 de noviembre de 2020, p. 7
San Quintin, BC., A la distancia, cuando por fin aparecieron las camionetas del convoy presidencial, sobrevino el revuelo entre la gente mayoritariamente triqui que aguardaba con su cau-da de demandas sociales, de carencias, de conflictos laborales, y de ansias de ver a Andrés Manuel López Obrador, quien detrás del vidrio de su camioneta saluda. El vehículo avanza a marcha lenta hasta el hospital del IMSS que está en proceso de ampliación, donde, en su mensaje alertaría sobre la embestida de los conservadores –esa minoría rapaz
– contra su gobierno.
De nuevo bajo la premisa de identificarse como el Presidente más atacado desde que lo fuera el Apóstol de la democracia
, Francisco I. Madero, abrió un espacio en su discurso para arengar: están desesperados los conservadores, quieren a como dé lugar frenar, detener la transformación. Se están agrupando, se están uniendo porque creen que van a lograr el retroceso, el que demos marcha atrás. No van a poder, porque nosotros tenemos una clave, una fórmula, que nos está dando resultados. Ésa consiste en combatir la corrupción y devolverle al pueblo lo robado
.
López Obrador no se apartó de su discurso condenatorio al conservadurismo, a quien le recriminó sus pretensiones de restablecer el régimen de injusticias y privilegios
que, aseguró, ha llegado a su fin. Luego ofreció, comprometió: vamos a seguir apoyando a los municipios marginados donde hay muchos jornaleros agrícolas
. Minutos antes de intervenir firmó un decreto por medio del cual se amplió la vigencia del programa del IMSS que otorga seguridad social a 167 mil trabajadores agrícolas hasta diciembre de 2023, que implicará una partida de 142 millones de pesos.
Un decreto que pretende involucrar a los empleadores ampliando los beneficios fiscales que podrán obtener una prórroga para realizar movimientos afiliatorios y reducciones en el pago de sus cuotas al instituto cuando los jornaleros agrícolas perciban el salario mínimo.
Inevitable, la enésima alusión presidencial al casi mítico jornalero agrícola de San Quintin, quien en campaña, tras augurarle el triunfo electoral le aconsejó equiparar la gesta juarista de separar a la Iglesia del Estado, adecuada a los tiempos que corren en el país: “así como a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César –reiteró López Obrador– me dijo, lo que se necesita ahora es separar al poder económico del político, para que el gobierno represente a todos, que no sea una oligarquía al servicio de una minoría rapaz”. Una máxima que, expresó, ha aplicado su gobierno.
A pesar de que había más de un centenar de metros entre las vallas que contenían a la gente y que cercaban el hospital –toda vez que no se les permitió el acceso por protocolos sanitarios– en el que se encontraba el estrado se colaban, entre los silencios del discurso presidencial, los gritos y el coro incesante de los manifestantes, mayoritariamente triquis, que reclaman mejores condiciones laborales y de ex trabajadores de la Secretaría del Bienestar enardecidos por su injusto despido
, perpetrado por el delegado Gilberto Herrera.
¡Justicia! ¡justicia!
. En esa palabra confluían sus demandas diversas.
El Valle de San Quintín es un territorio con grandes concentraciones de indígenas oaxaqueños –mixtecos, triquis, zapotecos – atraídos desde hace medio siglo por la pisca de agrocultivos. Es una región en trance de convertirse en el sexto municipio de Baja California, sobre lo cual López Obrador apoyó a esa transición como compromiso de su campaña. Era una añejo anhelo porque Ensenada les quedaba muy lejos
.
Desde temprano, sobre todo los triquis se habían congregado en torno al hospital que será ampliado para incrementar la atención médica a otras especialidades, explicó el director del IMSS, Zoé Robledo.