a proximidad de las elecciones del año entrante tiene, como derivada, rescatar o evidenciar la polémica (lucha) de clases prevaleciente en el país. Uno de los contendientes (adelantado) a ganarlas se adhiere, con determinación, al segmento de base del pleito en curso. Un asunto que impregna –tal vez determina– la mayoría de las decisiones políticas que por ahora se toman. Otros insisten en ayuntarse al modelo concentrador hasta hace poco vigente en todas sus facetas y alcances. Dicha conjunción los obliga a permanecer con la parte favorecida, tanto en riquezas como privilegios, es decir, con los de arriba, pues. Aunque se sepa que muchas de esas facetas de tal modelo han sido trastocadas a lo largo de los dos últimos años. Hasta qué nivel se está afectando dependerá su eficacia o caducidad.
Es por ello que se antoja necesario interiorizarse en ciertos aspectos de la tan menospreciada diferencia entre clases. Viene entonces a cuento penetrar en tan evasiva y a la vez contagiosa realidad social. Encontrar la manera de exponer sus aristas requiere escudriñar las tareas que han llevado a cabo investigadores de las ciencias sociales. Y más que ese tipo de trabajos, tal vez sea una ruta alterna adentrarse en los hallazgos que algunos creadores han plasmado en sus personajes literarios. Dar cuerpo concreto, individualizado, a las diferencias de clase, con sus rasposas pugnas y desenlaces, permite visualizar, con claridad, tan movedizo asunto. Observarla, en especial dentro de las relaciones amorosas, es hacer patente, casi obvio, tan espinosa, conmovedora y casi siempre frustrante realidad cotidiana. La historia de un noviazgo, matrimonio o aventura de amores de personajes situados en los extremos de tal lucha ha sido el atractivo tema de novelistas. Son ellos los que en sus narrativas imaginadas nos enfrentan con las, a veces trágicas, consecuencias de los intentos de conciliar intereses y deseos en sus personajes. Mientras más realistas sean sus avatares y con precisión den cuerpo a sus actores, mejor resaltará la comprensión del fenómeno clasista. En ellos se van revelando aristas que hacen evidentes los obstáculos, las distancias, acercamientos y tensiones que se mezclan en cada intersticio de las humanidades entrelazadas. Las circunstancias que rodean o envuelven la trama novelada y que tornan complejo el curso del enfrentamiento son, también, elemento sustantivo en la pugna clasista.
El vehículo que se presenta aquí y ahora es una novela ejemplar para el cometido descrito. En ella, las diferencias de clase de sus protagonistas: un emigrado andaluz a Barcelona a finales de los años 40 (Pijoaparte) y una joven catalana de familia acomodada, deliciosa y entusiasta universitaria (Teresa) comprometida en la naciente toma de conciencia generacional de izquierda. Todo dentro de una situación que envuelve a su escuela, a la ciudad y al mismo Estado español. Siendo este medio ambiente, que apenas sale de la feroz dictadura franquista, que aún conserva sus duros contornos centrales. Se trata de personajes que no logran penetrar debidamente las honduras clasistas y quedan flotando en la superficie de un drama que los rebasa y, al final, frustra.
Es por eso que es una sabrosa aventura adentrarse, aunque sea en pequeña parte, en la cultura catalana a través de una novela escrita hace unas cuantas décadas: Las últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé, y su exquisito rosario de imágenes inolvidables. La calidad literaria de su narrativa se palpa de inmediato. Desde el inicio, Marsé sitúa al lector frente a un drama del que se presiente el desenlace. Pero mientras éste llega, el lector va explorando las distintas formas de acercarse, dentro de la trama amorosa, al incandescente deseo de superar los distantes orígenes de clase. Nada es superfluo o desprendible en la narración. La novela es un cuerpo armónico, descriptivo de situaciones que forman un todo, dentro del cual se acomodan escenas y sentires, juicios y ambiciones.
El autor, recientemente fallecido (julio 2020) nació en la Barcelona boyante y bulliciosa de la tardía primera parte del siglo pasado. Recibió, entre otros (Biblioteca Breve) el Premio Cervantes en 2008. Escribió en español, a pesar de su interiorizado idioma catalán. Fueron los suyos, años –de juventud y adulto– vividos bajo la estricta represión del franquismo: una dictadura de duro yugo hacia la lengua madre de Marsé. La inquina franquista hacia la militancia catalana de izquierda los hizo reos de penitencias múltiples. Aunque breve, Marsé formó parte del Partido Comunista español. Sus ideas se reflejan, con prosa inigualable, en sus variadas obras. Aunque en Las últimas tardes con Teresa adquiere una suavidad descriptiva que se iguala a las mejores narrativas de la historia de esta clase de literatura.