inalmente llegó a Delaware la tan retardada carta de AMLO felicitando a Joe Biden, no sabemos si tuvo respuesta. Pero más allá de los primeros párrafos protocolarios de saludos y recuerdos, el último y más importante se refiere a la migración.
Dice así: Le expreso también mi reconocimiento ante su postura en favor de los migrantes de México y el mundo, lo cual permitirá continuar con el plan de promover el desarrollo y el bienestar de las comunidades del sureste de México y de los países de Centro América. Considero que así nadie se verá obligado a abandonar su lugar de origen y podrá vivir, trabajar y ser feliz con su familia, entre su gente, con su cultura, y así lograremos construir la solución definitiva a los flujos migratorios desde y a través de México hacia Estados Unidos
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Pero la agenda de Biden en el tema es mucho más compleja. Para empezar tiene que desmantelar la obsesión de Trump por construir el muro y ha prometido que, a partir del día 20 de enero, no se construye un pie más de esa barrera. No obstante, hay muchos juicios, contratos y obras pendientes ya comprometidas.
La segunda promesa ha sido la de solucionar de manera efectiva, quién sabe si definitiva, el asunto pendiente de los Dreamers. Para ello tendrá que contar con el apoyo del Senado y, ciertamente, hay posibilidades de lograrlo, incluso sin contar con la mayoría. Es un tema que viene rezagado desde 1996, cuando se hizo la propuesta de ley bipartidista por los senadores Orrin Hatch (R-Utah) y Richard Durbin (D-Illinois).
Un tema similar es el de los TPS, (por sus siglas en inglés): los migrantes, amenazados por Trump, con estatus temporal protegido: haitianos, salvadoreños, hondureños y de otros países también amenazados.
Otro pendiente heredado es el del MPP o programa Quédate en México para los solicitantes de refugio que deben esperar a que se les dé audiencia. Son cerca de 70 mil aspirantes devueltos por Estados Unidos. Un programa que Biden quiere acabar y del cual el Presidente mexicano no ha dicho una palabra. Debería aprovechar el momento, dado que se dijo que era una decisión unilateral del vecino y que, por razones de humanidad, México aceptó la deportación de extranjeros.
Tampoco se ha dicho nada del servicio que provee el Instituto Nacional de Migración al ordenar el tránsito de solicitantes de refugio que no son aceptados en la cuota diaria que fija arbitrariamente Estados Unidos en los pasos fronterizos.
Por otra parte, hay un rezago de cerca de un millón de casos pendientes en los juzgados de migración de Estados Unidos que esperan una decisión final, algo que Trump, con toda su histeria y empeño, no pudo solucionar.
En ese mismo campo, Trump le deja a Biden una herencia legal que limita notablemente las condiciones para acceder al refugio, entre ellas la violencia familiar y pandilleril, ambos argumentos muy socorridos por los migrantes centroamericanos.
Otro tema escabroso es el de los niños desarraigados de sus padres que viven en casas sustitutas o centros de menores y de los cuales no hay información sobre su familia.
Asimismo, otro asunto candente es el de los centros de detención privados, un vil negocio, promovido desde épocas anteriores, que cobran por cama ocupada y trabajan en colusión con la migra, el ICE.
También prometió impulsar una reforma migratoria integral y solucionar de forma definitiva la situación de cerca de 10 millones con estancia irregular. Es la apuesta más difícil y sólo se podría lograr si en enero los demócratas ganan los dos lugares pendientes para la representación del estado de Georgia.
Para rematar, los flujos de migrantes detenidos por la patrulla fronteriza se han incrementado notablemente en los meses recientes. En noviembre fueron capturados 70 mil migrantes, más del doble del promedio normal
de 30 mil que suelen pasar por México; además, se registraron 4 mil 500 eventos de cruce fronterizo por migrantes menores de edad, uno de los problemas más serios, acuciantes y de difícil solución.
El asunto de las caravanas ha sido conjurado por Guatemala, hace unos meses, cuando salió el Ejército a cortarles el paso, y por Honduras, hace una semana, cuando exigió a los caravaneros mostrar pasaporte y certificado de la prueba de Covid. En estos casos, México no ha tenido que hacer el trabajo sucio. Pero el tránsito clandestino sigue su curso, con pandemia y la supuesta contención de la Guardia Nacional.
En ese contexto, de crisis sanitaria y económica, pensar en planes de desarrollo para Centroamérica resulta ilusorio. El desarrollo es y ha sido esquivo para países pobres, con pocos recursos y muchos problemas. Pero más allá de planes y programas asistenciales coyunturales, la raíz del problema es el modelo neoliberal.
AMLO es un solitario Quijote que arremete contra un modelo y una ideología enquistada hasta el tuétano en la sociedad, que incluso se arriesga a subir salarios mínimos en tiempos de crisis. Pero Biden y los líderes de países centroamericanos difícilmente van a cuestionar el modelo económico.