n grupo de líderes e integrantes de las secciones 12 y 13 del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México (SUTG-CDMX) intentó irrumpir ayer en un puesto de vacunación de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) con el propósito de obligar al personal sanitario del lugar a que se les aplicara la vacuna contra el Covid-19. De manera inmediata, la jefa de Gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum, condenó la intentona violenta y advirtió que se procederá por las vías administrativa y penal contra quienes usen la fuerza o recurran al tráfico de influencias para colarse en las listas de vacunación, y remarcó que se acabó esa ciudad
en la que un dirigente o comisionado podía obtener canonjías.
El lamentable episodio, que también fue reprobado por la dirección del SUTG-CDMX, es un recordatorio de que no basta con adquirir millones de dosis de las diversas inoculaciones disponibles, sino que el éxito en los esfuerzos para superar la emergencia sanitaria requiere de la participación ordenada y consciente dela ciudadanía. Aunque la impaciencia y el afán de inmunización ante el virus puedan ser hasta cierto punto comprensibles tras largos meses de ruptura de la normalidad, interrupción de las actividades cotidianas y el riesgo constante de contagio, debe tenerse presente que el proceso de inoculación en curso no tiene precedente alguno y no puede compararse con una campaña regular de vacunación. Debe considerarse, entre las características excepcionales del proceso en curso, el lento flujo en la llegada de nuevas remesas de los biológicos, las condiciones de frío extremo con el que deben ser manejados y la necesidad de operar con una logística que se afina sobre la marcha.
En esta nueva fase de la lucha contra el coronavirus, resultan tan dañinos para el conjunto de la sociedad quienes rechazan vacunarse debido a temores supersticiosos e infundados, como quienes pretenden recibir la inoculación antes del periodo que les corresponde de acuerdo con su grupo de edad y su nivel de vulnerabilidad. Porque, además, entre estos últimos se hace presente una creencia no menos errónea: la de que las vacunas proveen una inmunidad completa e infalible, y de esta suerte su aplicación supone el fin definitivo de la pandemia, así como la irrelevancia de las medidas de prevención. En cambio, es necesario recordar que ninguno de estos fármacos puede ofrecer una protección absoluta, que sólo se alcanzará un nivel aceptable de inmunidad cuando un porcentaje significativo de la población haya sido vacunado y que el distanciamiento social, el reforzamiento de la higiene y el uso de mascarillas serán imprescindibles hasta nuevo aviso.
Durante estos largos meses se ha puesto a prueba la capacidad de la sociedad para actuar de manera racional, responsable y, ante todo, solidaria, virtudes cívicas que cobrarán una creciente importancia conforme avance el programa de vacunación que comenzó el pasado 24 de diciembre, cuando México se convirtió en el primer país de América Latina y uno de los primeros cinco en el mundo en aplicar los biológicos. Por ello, cabe exhortar a la ciudadanía a conducirse a la altura de las circunstancias, lo cual empieza por observar los protocolos establecidos y evitar desfiguros egoístas que no hacen sino poner a más gente en situación de riesgo.