n reciente visita a la hermosa ciudad de Querétaro, que siempre ofrece gratas novedades, nos encontramos con Fiat Lux, una exposición colectiva que hace unas semanas se inauguró en el Museo de Arte Contemporáneo (MACQ). La muestra integra el talento de artistas, arquitectos, cineastas, videoastas y programadores que crearon 25 piezas en torno a la luz en colaboración con el museo.
La intención es estudiar su percepción en el espacio. Nos evoca a conocer el origen mitológico del universo, que precede del halo fundamental que resistió el efecto de vacío, que no se diluyó en su espacio. Hágase la luz, y la luz se hizo.
Sostienen los creadores que el arte y la luz son intrínsecos... “Ya no podemos referirnos a un solo tipo, así como no existe un lenguaje específico del arte contemporáneo; y a partir de este tema –la luz– los artistas seleccionados para esta exposición crearon piezas que culminaron en un amplio espectro de ejercicios contemplativos, estéticos, sociales, arquitectónicos y tecnológicos, entre otros”.
Hace un tiempo comentamos la inauguración del MACQ, el cual fue parte del convento de la Santa Cruz, que aún existe, con su templo y otra fracción de las instalaciones conventuales.
Aquí se estableció el antiguo Colegio de Propaganda Fide (propagar la fe entre los pueblos). De este lugar partieron los misioneros franciscanos para evangelizar desde Querétaro hasta la Alta California. Durante la Independencia fue prisión de Miguel Domínguez, después cuartel de Agustín de Iturbide, uso que se ratificó con la promulgación de las Leyes de Reforma. También lo ocupó Maximiliano de Habsburgo; tras su derrota, el austriaco permaneció preso en este lugar hasta el día de su ejecución.
A lo largo de la segunda mitad del siglo XX funcionó como escuela primaria hasta 2008, cuando el edificio se cerró y durante una década permaneció abandonado.
Hace un par de años fue objeto de una profunda restauración que lo convirtió en un lugar de exposición moderno y luminoso. Con talento se conservó la estructura original y lucen añejos materiales. Brinda doble placer al apreciar la belleza del antiguo edificio y disfrutar de muy buenas muestras de arte contemporáneo.
Todo buen paseo tiene que terminar con una rica pitanza, atendiendo esa norma caminamos por el Centro Histórico, siempre impecable y bien cuidado, hasta un sitio muy recomendado: Pía Cocina Libre.
Se encuentra en Hidalgo 23, donde ocupa una casona del siglo XVIII. Ofrece el concepto de slow food, comida artesanal preparada con ingredientes cultivados por pequeños productores que aún cosechan sin alteraciones genéticas. Pía quiere decir tener
en náhuatl, y se interpreta como una forma de preservar recetas tradicionales.
Los jóvenes chefs, a quienes puedes observar mientras preparan tus alimentos, desarrollan su creatividad en platillos novedosos, nutritivos y exquisitos. La presentación de los platos es digno de mención. Tienen su propio huerto y una granja, ubicados en Aculco, estado de México, por lo que 80 por ciento de los ingredientes provienen de ahí. No es de extrañar –como nos tocó a nosotros– ver a uno de los chefs-dueños, Juan Pablo Inés, entrar con un canasto de los nopales más grandes y hermosos que he visto. Tienen recetas en que los sirven rellenos –para chuparse los dedos– y hacen de la cocina tradicional algo muy particular. Juan Pablo y Jorge Ildefonso describen su cocina como buena, limpia y justa.
Cada mes organizan cenas especiales ( slow dinners) que ofrecen un menú especial con chefs invitados. Nos quedamos tan picados que la siguiente semana fuimos a la de ese mes: nos recibieron con un coctel de ponche de frutos amarillos con vino blanco, queso untable de tres leches (cabra, oveja y vaca) acompañado con pan de masa madre, único.
Como primer tiempo llegó una pera rellena de vegetales guisados con manteca de cacao y con una cobertura de maíz quebrado, como la que se utiliza para preparar gorditas en los mercados de Querétaro.
El segundo tiempo fue un pescado a la plancha con crema de tres quesos, puré de camote y nibs de cacao; por último, un chile con puré de plátano macho fermentado a la ciruela y relleno de pavo ahumado y frutas. El postre: buñuelo crocante con compota de piña, coco y nieve. Cuando la pandemia se calme vale la pena un viajecito a Querétaro.