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Draghi, Marx y el papa Francisco
O

cho. Quien entra papa, sale cardenal, escribió uno de los periódicos en contexto de la nominación de Mario Draghi, ex jefe del Banco Central Europeo (ECB), a primer ministro de Italia: varios nombres de otros viejos políticos para dirigir este gobierno técnico −las supuestas caras nuevas que en su tiempo tanto ridiculizaba Marx (véase: parte I)− terminaron por quedarse fuera (bit.ly/2R5KVBa). Su gabinete de unidad nacional apoyado por todas las fuerzas políticas desde la izquierda hasta la Liga Norte (con excepción de los posfascistas de Fratelli d’Italia), lleno solamente de representantes del capital y de los expertos neoliberales es una perfecta emanación de la pospolítica y posdemocracia (nadie ha votado por Draghi, su gente o su programa de reformas) que ya dejaron de ser una excepción para volverse una normalidad.

Nueve. Ser un banquero y un neoliberal no excluye ser, para Draghi, un ferviente católico y jesuita. Un acólito del papa Francisco −y anteriormente un gran fan de Benedicto XVI (sic)− Draghi está profundamente preocupado por la moralidad de los mercados (sic) y profesa una filosofía “que dirige sus ‘buenas intenciones’ en las estrategias del capital financiero” tratando de conciliar la iniciativa privada y la búsqueda de la ganancia con el bien común y la solidaridad con los excluidos (sic). Pero su salvación del euro, que de hecho pavimentó el camino a la pospolítica en Italia, implicó simplemente relegar los costes de esta operación a la gente común y corriente y fortalecer a los mercados (bit.ly/3tdmDU2). La justicia y la moralidad −sacadas de la enseñanza de la Iglesia− eran sólo retórica.

Diez. La ambigüedad del propio papa Francisco respecto del capitalismo es la que permite este tipo de contradicciones. Si bien sus críticas al sistema −y al neoliberalismo en particular, algo de lo que era famoso también... Juan Pablo II−, al dinero como un nuevo ídolo y su defensa de los pobres y los excluidos parecen ocupar un lugar importante en sus enseñanzas: Evangelli gaudium, Fratelli tutti, etc. (bit.ly/3dZE2cp). Pero sus llamados prácticos, por ejemplo al FMI o BM para que trabajen por un futuro más inclusivo y sostenible en el que las finanzas estén al servicio del bien común (¡tal cual el mantra de Draghi!), en el que los vulnerables y los marginados estén en el centro y en el que la tierra esté bien cuidada (bit.ly/3a9GwUp), hacen que sus buenas intenciones y teoría acaben en lugares comunes.

Once. En un lugar, escribiendo sobre cierta contradicción en la lucha por el socialismo que busca eliminar el antagonismo entre el dinero y las mercancías aboliendo el primero, pero perpetuando la producción de las segundas, Marx apuntaba que esto era autodestructivo y equivalente a abolir al Papa, dejando al catolicismo en su lugar. La postura de Francisco respecto del capitalismo es una perfecta encarnación de esta metáfora teológica marxiana: sus llamados a que los ricos compartan su riqueza de modo más justo y ético y sus llamados a no remplazar al capitalismo (como abogaba Marx), sino a volverlo más ético (sic), sólo fortalecen el sistema y expanden sus espacios.

Doce. Otra figura de la élite financiera similar a Draghi, banquero y neoliberal a cargo de la restructuración global en favor del capital −igualmente un ex-empleado de Goldman Sachs− es Mark Carney (bit.ly/3wshJoa, bit.ly/3tmJI6Q), ex jefe del Banco Central de Canadá y ex jefe del Banco Central de Inglaterra, tildado como el más influyente católico en Gran Bretaña ( Tablet, 2015). Sus moralizaciones sobre la intrínseca ética de los mercados, sus llamados por un capitalismo más inclusivo (sic), sus cuestionamientos de la primacía del precio sobre el valor −valor de cambio vs valor de uso en términos marxianos (véase: B. Echeverría et al.)− hacen de él un profeta de un oximorónico neo-franciscanismo procapitalista.

Trece. Tal vez pocos pensamos en esto, pero las similitudes de Draghi con Francisco −que hacen del primero un perfecto contraparte laico del segundo− abren la cancha, muy a contrapelo del análisis dominante y biempensante, para ver en el papa argentino una quintaesencial figura de la pospolítica. Las claves centrales de su ascenso: devolver la credibilidad moral y financiera dañada por escándalos (pederastia, Banco del Vaticano), la unidad en su torno (igualmente Francisco está rechazado sólo por elementos posfascistas), la crítica del capitalismo que en efecto busca su reforma y un mejor funcionamiento, son, en el terreno de la Iglesia, iguales que las de Draghi respecto a Italia.

Catorce. Hace varios años Slavoj Žižek, describiendo cómo el capital capturó por completo a la política, subrayaba que el espacio para las decisiones de los políticos es sumamente limitado y reducido a asuntos indiferentes al capital (las guerras culturales). Citaba a Mario Monti, el predecesor de Draghi a cargo de un gobierno técnico en Italia, que enfatizaba que los gobernantes han de ser libres del parlamentarismo (bit.ly/3dAWXdu). Ayer figuras parecidas, delegadas desde afuera y encargadas a velar por intereses foráneos, presidían las repúblicas bananeras; hoy gobiernan las repúblicas financieras (de los que son muchos países de la UE), haciéndose incluso de la retórica religiosa y el discurso papal.