Domingo 25 de abril de 2021, p. 3
Deploro el deber de vivir:ni amar, ni cesar de amar puedo.
Ambas me tratan con crueldad, ventura y aventura.
Yerro, conmigo nadie está. Parece contra natura.
–Ay, vale, vale millies– ustedes todos, ténganme clemencia, –si dixero, non satis est– mientras amor me duela.
Ay, siempre de amor me he confiado desde que su nombre me suena.
Me fiaba a su poder soberano. Por eso todos me condenan, deudo y extraño, joven y viejo, a unos y otros sin distinción serví siempre con mucho afecto, deseando a todos el amor. –Ay, vale, vale millies– Les aconsejo no dudar, –si dixero, non satis est– pese a que a mí me vaya mal.
Ay de mí, escapa de mis manos mi vida con mi muerte.
Ay, Dios, ¿qué en ha pasado, si tanto me hunde la gente?
Si al menos a ti te dejasen castigarme, tú juzgarías con equidad todas mis faltas, y a la gente no le dañaría.
–Ay, vale, vale, millies– a quienes no le dejan obrar a Dios, –si dixero, non satis est– sin amor, sólo pueden odiar.
Mientras se ocupen ellos de mí, ¿quién amará a su querido?
Mejor márchense, libres, a donde a ti te conozcan caminando.
Por mí te quieren ayudar sin menester alguno.
Tú puedes perdonar o castigar con fallos de claro derecho.
–Ay, vale, vale millies– a quienes junto a Dios se sientan –si dixero, non satis est– cuando él concilia o da sentencia.
Ay, nos disuade Salomón de atrevernos a indagar, entre las cosas, las que son arcanas, e inmiscuirnos en aquellas que nos rebasan