ueron las agresiones e intentos por paramilitares extremistas de quitar sus casas a palestinos en el barrio de Sheik Jarrah, en Jerusalén, y la ocupación por Israel de la mezquita de Al Aqsa, en pleno mes sagrado del ramadán, la gota que colmó la copa de la paciencia palestina y desembocó en las gravísimas acciones actuales de Israel contra Gaza y la represión generalizada contra los palestinos. La mezquita es uno de los tres lugares más sagrados del Islam. Hamas dio un plazo para que Israel cesara sus agresiones contra los inquilinos y la ocupación de la mezquita, cumplido el cual iniciaría el lanzamiento de misiles desde la paupérrima, insalubre y bloqueada franja de Gaza. Al vencer el plazo, empezó una andanada de misiles y el Estado hebreo respondió, con su arrogancia habitual, disparando misiles muchísimo más mortíferos y atacando a la franja con su aviación de combate. Es ridículo hablar de guerra porque los agredidos no tienen ni la sombra de un ejército, mucho menos comparado con Israel, que posee una de las cuatro o cinco fuerzas armadas mejor equipadas del mundo gracias a la espléndida generosidad de su aliado incondicional Estados Unidos. No sólo eso, lo ha dotado, en abierta violación del derecho internacional, de entre 250 y 300 armas atómicas. No ha de extrañar que Washington apunte a Teherán, que no tiene armas nucleares, con el dedo acusador, y calle ante el arsenal atómico de su protegido. Es el mismo cinismo con que arguye el derecho a defenderse
de Israel y que lo hace bloquear una orden de alto el fuego en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pero con una fuerte ala progresista demócrata que ha llamado apartheid a la política israelí y la sorprendente solidaridad mundial, no parece que Biden pueda mantener mucho tiempo esa postura.
Siempre han existido los robos de tierras y de fuentes de agua a los palestinos por la parte israelí. Se acaban de cumplir el 15 de mayo 73 años de la Nabka, el gran despojo territorial consecuencia de la guerra de 1948, que fue precedido de una ola de terrorismo sionista.
Pero mucho más importante que los misiles lanzados de Gaza contra el ocupante es la masiva huelga general y movilización popular palestina iniciada el martes 18 de mayo de 2021, con cientos de miles de participantes, las mayores en muchos años de resistencia. “Es la primera vez en décadas que vemos a los palestinos, por encima de sus divisiones políticas, tomar parte en tamaña huelga general, escribió Nida Ibraim, corresponsal de la cadena Al Jazeera en Ramalá. Los palestinos marcharon en las calles repletas de escombros de Gaza –ahora acaso bombardeada con más furia que nunca por mortíferos F-35 de fabricación estadunidense–, y en las de Cisjordania y Jerusalén ocupados y bajo las balas. También en pueblos palestinos dentro de Israel: Al-Lud, Umm Al-Fahm, Kufr Qana y otros, donde algunos afirman que se está al borde de la guerra civil. No se recuerda otra protesta en la que haya participado mayoritariamente la población de origen árabe en lo que antes fuera Palestina, incluyendo la residente en Israel. Hay que ver en los videos las caras decididas de muchachas y muchachos, porque aunque es un levantamiento general, son ellas y ellos los principales protagonistas y el liderazgo de esta nueva revolución palestina que ya tiene nombre: Intifada de la Unidad. Una acumulación infinita de criminales agravios es lo que subyace a este estallido. En Palestina se ha luchado siempre bravamente contra la ocupación, pero es reveladora esta afirmación de la Internacional Progresista: la última huelga general palestina se efectuó en 1936 y duró 174 días.
Un manifiesto al pueblo palestino titulado La intifada de la unidad fue hecho circular el martes a los manifestantes en todos los territorios, aldeas y pueblos: esta larga intifada –afirma– es en su corazón, la intifada de la conciencia. Es una intifada para despojarnos de la costra de la quietud y el derrotismo. Debido a ella, las bravas generaciones por venir, serán criadas, una vez más, en el principio fundamental de nuestra unidad. Ella se parará ante la cara –y aquí el manifiesto formula una crítica dentro del lado palestino– de las élites que trabajan para profundizar y hacer inmutables las divisiones, en y dentro de nuestras comunidades.
Y, en efecto, lo que está ocurriendo es que las masas palestinas, por encima de su eventual relación con alguna de las facciones, han estado actuando con absoluto entendimiento y prescindiendo de esas líneas divisorias que tanto daño han hecho a la resistencia. Muchos sienten orgullo de los humildes misiles lanzados con tanta efectividad contra el lado israelí por Hamas y la Yihad Islámica, pues los valoran como una acción de autodefensa a escala de sus precarios recursos, digno complemento de las acciones de masa en marcha que, tal vez como nunca, hacen sentir verdadero temor del lado del ocupante.
Twitter: @aguerraguerra