iles Deleuze, el pensador francés de la filosofía de la diferencia
, nos alerta que el hombre no sabe jugar o bien se sumerge precipitadamente en un mal juego, el cual no se afirma del todo al azar. El carácter establecido de las reglas se fragmenta, sin saber qué fragmento va a desaparecer. El sistema del futuro, por el contrario, se considera un juego divino, porque la regla no es prexistente: el juego versa sobre sus propias normas, estando el azar firmado para cada vez y para todas las veces.
En este juego de la diferencia y la repetición guiado por el instinto de muerte, Deleuze opina que nadie ha llegado más lejos que Borges, quien en Ficciones escribió: Si la lotería es una intensificación del azar, una periódica infusión de caos en el que estamos
, ¿no convendría que el azar interviniera todas las etapas del sorteo y no en una sola? ¿No es irrisorio que el azar dicte la muerte de alguien y por las circunstancias de esa muerte –la reserva la publicidad, la postergación de una hora y de un siglo– no estén sujetas al azar?
En realidad el número de sorteos es infinito, no hay decisión final, todos son ramificaciones. En todas las ficciones hay diversas alternativas –optamos por una y eliminamos las demás. Creación de tiempos diversos que proliferan y se bifurcan innecesariamente
.
Por su parte, Jacques Derrida, con el pensamiento de la huella, al tiempo que rompe con la evidencia (de la irreversibilidad del tiempo, concepción lineal de la temporalidad en Occidente), acaba con todo recurso a una lógica de la identidad, a la estructura centrada alrededor de un núcleo privilegiado de la presencia. El origen es un no origen que no puede ofrecerse en la puntualidad –tiempo lineal– de la pura presencia per se, expresando de este modo la subordinación a un juego y al trabajo de différance, lo constitutivo de todo signo. La huella es el devenir espacio del tiempo y el devenir tiempo del espacio. Esta unión de espacio y tiempo como matriz de la huella hace imposible que la acción de presencia inmediata y plena función como fundamento de significación. La inmediatez del momento presente está siempre mediada por el proceso de temporalización y de espaciamiento que constituyen las dos notas circulares de la différance.