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El estante de lo insólito

Dalton Trumbo, una mente libre contra toda sombra

“Donde hay miedo, hay histeria. Donde hay quien incite el miedo en su beneficio, producirá histeria y tratará de hacerlo de nuevo…”

Dalton Trumbo

Un hombre organizado

C

omo buena parte de los creadores en el desarrollo de Hollywood, él formaba parte de los grupos inmigrantes que se establecieron en Estados Unidos tras la Primera Guerra Mundial. Sus familias tenían raíz en Suiza y Francia, y él llegó al mundo el 9 de diciembre de 1905, en Montrose, en el estado de Colorado. Años después, una nueva guerra se formaría en Europa para sacudir al planeta, pero pocos suponían que la nación que los había acogido buscaría al enemigo, con iracundia y ánimo de aniquilación, entre sus propios ciudadanos. Muchos tuvieron que defender sus ideas y su nombre, pero muy pocos darían la cara como aquel escritor llamado Dalton Trumbo.

Trumbo tomó su fusil

En 1939 marcó a la literatura estadunidense con un relato antibélico: Johny cogió su fusil. Es su libro más conocido, aunque también tuvieron impacto The Remarkable Andrew y Eclipse. Como periodista, Trumbo fue corresponsal en la Segunda Guerra Mundial en Okinawa, Japón, lo que reafirmaría su antibelicismo. Fue editor en jefe de una revista y pasó al cine con un peso importante al producir una veintena de trabajos para largometraje, incluido el que le valió su primera nominación al Óscar: Espejismo de amor (Sam Wood, 1941).

La novela Johny cogió su fusil está llena de críticas al sistema social, ideológico y estructural de Estados Unidos donde, ante la posibilidad de la guerra, un padre es capaz de decir a su propio vástago: Por la democracia, cualquier hombre daría a su propio hijo. Esa presión por sostener el sistema a toda costa denigra los valores más importantes del ser humano, de la familia como fuerza germinal y, por tanto, del Estado, subordinado a su existencia por encima del bienestar de sus miembros. Una demencia. El protagonista pierde sus extremidades, está vivo, pero vive un horror. Trumbo escribe: “No existe nada noble al morir, ni siquiera cuando mueres por honor (…) Lo importante es su vida muchachos. Ustedes no son nada muertos, excepto para los discursos”.

El enemigo rojo

Con la Guerra terminada y el nuevo reordenamiento mundial, el tablero cambió y entonces se reorganizaron la información, las leyes y las exigencias propias en la potencia estadunidense, surgiendo figuras tan oscuras como las de Richard Nixon y el senador Joseph McCarthy, quien impulsó la búsqueda (y posterior linchamiento moral y legal) de comunistas en casa, a través de un organismo cercano a los instrumentos de interrogatorio del nazismo: el Comité de Actividades Antiestadunidenses. Su propósito era ubicar a todos los rojos que podían hacer colapsar al país en su economía, maquinaria bélica, poderío económico, etcétera, desde los mensajes malignos escondidos en las películas. En verdad lo pensaban.

Sin embargo, Trumbo siempre esgrimió que ver comunistas estadunidenses como enemigos era un absurdo. En realidad, ellos abogaban por el apoyo a los refugiados (la mitad de la industria del entretenimiento estaba formada por inmigrantes o hijos de ellos), evitar la propagación del facismo en Europa, y la búsqueda de la paz. Además, cuando la mayoría de personas se afilió al Partido Comunista Estadunidense (Trumbo lo hizo en 1943) Rusia era un país aliado. Pero cuando se quieren encontrar enemigos, cada argumento se convierte, para el ejecutor, en una confesión. Así fue en aquel despegue de la Guerra Fría.

Los 10 de Hollywood

Trumbo pasó por las audiencias de paranoia comunista del comité en 1947. Como a todos, lo acorralaron, lo injuriaron, y lo declararon culpable y preso cuando se negó a seguir el juego dando nombres y haciendo crónica de actividades de los grupos comunistas. Había unos 90 mil integrantes del partido comunista en Estados Unidos, pero McCarthy y compañía llenaron las prensa de anuncios triunfales por atrapar a los miembros del cine.

Sin permitir limpiar su nombre para continuar en la industria del entretenimiento, Trumbo y nueve compañeros se convirtieron en los afamados 10 de Hollywood (originalmente llamados The Unfriendly Ten), quienes pasaron un año en prisión, donde sufrieron vejaciones carcelarias particulares por ser comunistas, mientras en el mundo libre sus familias padecían toda clase de oprobios. Las cosas no serían mejores al salir, ya que persistieron en la lista durante 13 años. Fuera de prisión, Dalton llenó la camioneta y se exilió con su familia en México durante poco más de un año. Durante su estancia en Cuernavaca y la capital del país el escritor acabó sus reservas y, después de no encontrar un empleo adecuado, debió volver.

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▲ Ilustración Manjarrez / @Flores Manjarrez

El Cine B de grandes plumas

Como los principales estudios habían hecho un acuerdo (que tuvo declaración pública) de no contratar a los 10 de Hollywood, Trumbo y sus colegas dieron el paso a la industria del bajo presupuesto, escribiendo guiones para producciones B de pequeños estudios y productoras independientes, particularmente King Brothers Productions. Los seudónimos cambiaban y esos autores de guiones de gran prestigio, encontraron la supervivencia en tramas menores, pero que tenían un público muy amplio. En medio de la manufactura a gran velocidad (en ocasiones, con guiones hechos en tres días o poco más), Trumbo hizo también Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953), cuyo crédito fue disfrazado como de su amigo Ian Hunter (quien no tuvo más alternativa que recoger el Óscar), y El bravo (Irving Rapper, 1956), ambas ganadoras del premio Óscar al mejor guion. La anécdota de esta última cinta fue parte de su experiencia en México, ya que trata sobre un niño mexicano y un toro de lidia, idea surgida cuando Hugo Butler y Trumbo fueron a una corrida de toros. Es curioso ver ahora los momentos en que se anunciaba al ganador y éste, increíblemente, no subía al escenario por su premio. Nadie sabía, al menos no oficialmente, que se trataba de un seudónimo de Trumbo. La investigación periodística por hallar a Robert Rich, el supuesto autor y uno de los 13 seudónimos que usó, abrió la puerta para que apareciera en televisión con Bill Stout. La verdad dolería a muchos.

Espartacus

Kirk Douglas se vio entrampado con su director Anthony Mann en la filmación de la ambiciosa producción Espartacus. El actor llevó entonces a Stanley Kubrick para rehacer la película. Este último metió de inmediato mano al argumento original y fue necesario que llegara alguien para recomponerlo por entero. Kirk habló con Trumbo, lo convenció, y después lo defendería ante todos (desde los estudios Universal hasta el comité del terror) para que su crédito quedara en pantalla.

Estrenada en 1960, la exhibición pública de Espartacus alentó todos los fuegos, hizo que los enemigos de las libertades que gritaban defender (jamás fue expuesto ningún complot que pusiera en riesgo a Estados Unidos por parte de los comunistas declarados) prepararan un embate tan grande como el de las audiencias públicas contra Trumbo, Douglas y Universal, pero entonces, ya sin el siniestro Nixon en la presidencia, el nuevo y flamante mandatario John F. Kennedy se apersonó en un cine para admirar la película. Fue el inicio del entierro de aquella ominosa lista, considerada hoy una gran vergüenza en la historia estadunidense. Como epílogo de ese antes y después, Trumbo fue nominado a mejor guion por la Writers Guild of America. El mismo año, Otto Preminger también puso su crédito en la cinta Éxodo. Es asombroso pensar que Trumbo trabajó simultáneamente (teniendo juntas y consultas telefónicas con ambos realizadores) en el guion de ambos largometrajes.

Trumbo pudo firmar el resto de su labor. Dejó obras tan importantes como la única cinta que dirigió (su intención fue que la dirigiera Luis Buñuel, lo que no se concretó), basada en su novela homónima Johny cogió su fusil (1971). La película ganó el reconocimiento de la crítica y el gran premio del jurado en el Festival Internacional de Cine de Cannes. Otro legado fue Papillon (Franklin J Schaffner, 1973), coescrita con Lorenzo Semple Jr, basado en el libro de Henri Charriére, que tiene mucho de su concepción sobre la libertad de la mente humana, aún entre barrotes, algo bien revisado en documentales como Trumbo y la lista negra (Peter Askins, 2007).

Una historia, muchas memorias

Dalton Trumbo fue la máxima figura triunfante entre los guionistas que fueron despreciados, batiendo sin armas a algunas a estrellas ejecutoras, como John Wayne o la periodista del escándalo y actriz Heda Hopper, enfrentamientos que lucen en la cinta biográfica Trumbo (Hay Roach, 2015, basado en el libro de Bruce Cook), con Bryan Cranston en gran papel, calcando expresiones y formas del creador, como en esos periodos de trabajo en la tina, entre bebidas, ansiolíticos, plumas, aves, hojas por leer y editar, sin soltar su cigarro con boquilla, en la irrefrenable escritura que culminó con su deceso en 1976. Dejó guiones, una novela inconclusa y cientos de cartas. Como la memoria en la leyenda de Espartacus, su muerte fue el verdadero cincelado libertador de su recuerdo.