Ornato a la ciudad y de recreación a sus vecinos
on ese argumento, el virrey Luis de Velazco ordenó el 11 de enero de 1592 la construcción de un parque público afuera de la ciudad, hacia el poniente, donde se consideraba que había mejor clima.
Es el origen de la Alameda Central, el parque más antiguo del continente americano. Se le llamó alameda porque en un principio sólo se sembraron álamos. La obra la realizó el alarife Cristóbal Carballo en una planta originalmente cuadrada. Colindaba a sus costados oriente y poniente con dos plazuelas: la de Santa Isabel, que tomaba el nombre del convento adjunto, donde actualmente se encuentra el palacio de Bellas Artes, y la de San Diego, junto al quemadero de la Santa Inquisición.
El lado norte daba a la importante calzada de Tlacopan, acceso a la ciudad desde la época prehispánica. Por ahí corría un acueducto que terminaba en una soberbia fuente conocida como La Mariscala, por la mansión situada enfrente. A lo largo de esa vía se hallaba otra plaza primorosa, que aún subsiste, con las iglesias de la Santa Veracruz y de San Juan de Dios, esta última con un hermoso edificio adjunto que alojaba un hospital, hoy el museo Franz Mayer.
Al sur limitada por nueve capillas para el ejercicio del vía crucis y el convento femenino de Corpus Christi para las indias nobles, con su templo anexo, de enorme gracia que ahora aloja al Archivo Histórico de Notarías.
A lo largo de sus más de 400 años, la Alameda ha tenido múltiples arreglos y modificaciones. En 1769 se duplicó su tamaño al incorporar las plazuelas laterales; desde entonces es de forma rectangular.
Durante los gobiernos del extraordinario virrey conde de Revillagigedo y de Antonio María de Bucareli se le colocaron fuentes adornadas con esculturas inspiradas en temas mitológicos y se instaló iluminación con farolas de trementina.
Durante el siglo XX sus fuentes fueron reconstruidas: la central, que se conserva hasta la fecha, es de 1853. En ese tiempo se instalaron mecheros de gas y en 1892 se realizó una concurrida ceremonia para inaugurar la iluminación eléctrica.
En 1905 se colocó el Kiosco Morisco, que extrañamente representó a México en la exposición internacional de San Luis Missouri, y que actualmente se encuentra en la alameda de la colonia Santa María la Ribera. En el sitio que ocupaba se levantó el hemiciclo en homenaje a Benito Juárez.
A inicios del siglo XXI, el histórico parque padecía un severo deterioro, el mantenimiento era prácticamente inexistente, se sembraron nuevas especies inadecuadas que afectaron sensiblemente sus condiciones ambientales y no había una autoridad responsable permanente. Todo eso la llevó a que se generaran usos y actividades inadecuadas, como el comercio informal, vandalismo y prostitución con la consecuente inseguridad.
Afortunadamente, en 2012 se creó el Plan integral de manejo del Centro Histórico de la Ciudad de México, que incluyó la rehabilitación de la Alameda Central, que dirigió el arquitecto Felipe Leal, a la sazón autoridad del espacio público y secretario de Desarrollo Urbano.
Estuvo varios meses cerrada ante la impaciencia ciudadana, pero valió la pena, renació totalmente renovada con flamantes andadores de mármol de Santo Tomás, nueva vegetación, iluminación moderna, las hermosas fuentes renovadas y con novedosos juegos de agua que son el deleite de los infantes, quienes en temporada de calor se suelen dar un refrescante chapuzón.
Escépticos temimos que tanta belleza no durara mucho tiempo en ese estado y resulta que no está igual, ¡está mejor! Las plantas de ornato y los árboles han crecido, la jardinería, limpieza y las fuentes están impecables. Lo invito a darse una vuelta con la garantía de que lo va a disfrutar.
Para complementar el paseo, sugiero que vaya a comer a Testal, en Dolores 16, que ofrece muy buena comida mexicana. El nombre proviene de la palabra náhuatl tixtlali o textlali, que significa masa para poner; es la evocación a las bolitas de maíz que dan origen a la tortilla mexicana. Para empezar, nos agasajamos con escamoles en salsa de pulque, dos sabores muy delicados que forman una exquisita combinación. Seguimos con sopa de habas y el último tiempo fue el cerdo con verdolagas y el pulpo a las brasas. Los que todavía tenían lugar para el postre elogiaron las fresas sambuca y la carlota.