ntre las novedades que registra la crisis institucional que aparece por todas partes nace una organización con rasgos distintos. Se llama Empresarios con la Cuarta Transformación y apunta a crear una nueva cámara empresarial.
No se requiere indagar demasiado para concluir que México vive una crisis en sus instituciones, de la cual son pocas las que escapan. Partidos políticos, aparato responsable de las elecciones, unidades paraestatales, sindicatos, organismos patronales, órganos parlamentarios, tribunales, los servicios públicos y privados de salud, educación, vivienda y pensiones, la protección y defensa del ambiente, los derechos humanos y de los sectores más vulnerables, las dependencias oficiales y las organizaciones privadas de beneficencia y combate a la pobreza, los medios de comunicación tradicionales y, por supuesto, las instituciones que rigen la producción, el comercio, la distribución y las finanzas, así como la gestión de todas las unidades empresariales.
Esas instituciones padecen un grado mayor o menor de una crisis sostenida, parchada y casi siempre simulada y, por tanto, prácticamente irremediable. La lista es larga y no privativa de México. De repente, a esa crisis parecen resultarle salidas y momentos de superación con un nuevo gobierno, algún triunfo legal, un ligero porcentaje de crecimiento económico. Pero los muy viejos problemas sociales no se resuelven y, al contrario, con frecuencia sufren recaídas.
En este contexto sombrío, los signos de renovación no deben soslayarse. Las cámaras empresariales (la ley data de 1937 y está escrita, en términos generales, como para la eternidad) experimentan, igualmente, atrofia y una creciente oligarquización. En este sentido, el proyecto de los empresarios de la 4T, que entraña entre sus objetivos crear una nueva cámara empresarial suena, sin duda, a intento de renovación. La organización E4T ya tiene presencia, como asociación civil, en 28 de los 32 estados de la República y cuenta, a la fecha, con casi 40 mil afiliados. Habrá que esperar, desde luego, con qué discurso, valores y prácticas termina por desarrollarse y, en el caso, desembocar en la creación de una nueva cámara.
Al margen del fin que pueda tener la E4T, de su intento es posible desprender fórmulas de cambio real a esas instituciones cuya nota definitoria es la de un agotamiento sin horizonte. Se trata, claro, de un cambio pacífico y dentro del régimen capitalista. De no producirse tal cambio, la alternativa –siempre presente– será la revolución. No es este de inmediato el tema.
Las respuestas positivas al rediseño de las instituciones vigentes tienen que empezar por lo elemental. ¿Hay algo más elemental que la producción y distribución de la riqueza? No lo hay. Se trata entonces de producir y distribuir la riqueza de manera distinta a la que se ha seguido desde el siglo XVIII. Esto tiene que ver con los dos hemisferios del Estado: el privado y el público. Hasta ahora el hemisferio privado se ha escondido tras el hemisferio público para que sea éste el aparente responsable de la concentración de la riqueza y de la desigualdad concomitante de donde se derivan, naturalmente, desnutrición, insalubridad, educación nula o deficiente de la gran mayoría, pobreza y pobreza extrema, la gestión irresponsable de las empresas que abusan de sus trabajadores en términos del remanente que queda de su operación, gasto corriente y salarios quedándose con una parte cada vez mayor de las utilidades generadas; que abusan, igualmente, de los servicios públicos, del ambiente, de los impuestos, de las garantías de salud, descanso y jubilación. En suma, la gestión empresarial opera, fundamentalmente, en favor de la mayor acumulación posible en manos de sus propietarios. Y no es individualmente ni por sus organizaciones que los empresarios hayan intentado aportar mejoras laborales y sociales. Al contrario, la tendencia es a cicatearlas. Como si su responsabilidad estatal no existiese y fuera sólo atribuible y asumible por el hemisferio público (el gobierno).
La sindemia de la que no nos hemos podido librar aún ha dejado al descubierto los daños que esa manera de gestionar las empresas con la mayor o menor complicidad del gobierno, no tiene ya solución. Habrá que ver alguna iniciativa, como la planteada por el argentino Bernardo Kliksberg de que la responsabilidad social de la empresa puede dar al capitalismo y a la sociedad que domina una posible oportunidad de reproducirse sin destruir a las sociedades y al hábitat en que se finca.
Si los empresarios con la 4T logran no sólo crear una nueva cámara, sino también innovar y acaso renovar la gestión empresarial, en México podríamos tener, como consecuencia directa o indirecta, o bien, como simple inspiración, un proceso semejante de cambio profundizado en los sectores que no están atados a la fórmula del costo beneficio y a la cuadriga desbocada del mayor lucro con la necesaria justificación de la competitividad.
La proyección de empresarios con la 4T es promisoria en ese sentido.