Sábado 28 de agosto de 2021, p. a12
El nuevo disco del filósofo, pianista, cinta negra de aikido y compositor suizo Nik Bärtsch (Zúrich, 3 de agosto 1971) es una reflexión, un ensimismamiento, una ola expansiva.
Se titula Entendre (Escuchar) y evoluciona en espiral: seis composiciones, todas tituladas Modul pero con distinto número, y la pieza final con un guiño de la mente: Déjà-vu, Vienna.
Son 53 minutos con 14 segundos de música en continuo proceso de transformación.
Meditativa, avanza en módulos y en pinza: evoluciona en melodías sinuosas, serpentinas, por un extremo, y por la otra banda un efecto hipnótico percusivo.
Es música de encanto irresistible, aroma untuoso y pensamiento zen. Evidencia prácticas de meditación.
El nuevo disco de Nik Bärtsch es la quintaesencia de su obra entera, desarrollada desde 2006 en la disquera alemana ECM merced al descubrimiento que realizó en ese año Manfred Eicher, ese Américo Vespucio de la música nueva, cuando encontró en Bärtsch las respuestas a las grandes interrogantes de la filosofía.
La producción que hizo Manfred Eicher de este disco es prácticamente una coautoría, como acostumbra, sin pedir crédito alguno, escondido tras las sombras del estudio de grabación y la consola mezcladora, una vez que colocó los micrófonos alrededor del piano de Nik Bärtsch para que cuando escuchemos este disco, experimentemos la misma sensación de abrir un libro con reproducciones de obras de Hyeronimus van Aken, conocido como El Bosco, y páginas más adelante evolucionan a obras de Escher.
Es un disco a piano solo y eso permite abrir caleidoscopio:
Una figura fragmentada ofrece visiones varias, simultáneas: suena por momentos a los conciertos para piano solo de Keith Jarrett. Otra área, ésta en blanco y negro, nos ubica en el territorio de Arvo Pärt. Luego, el sonido evoluciona y se transforma nuevamente: ahora suenan pasajes de las Gimnopedias de Erik Satie y por lógica de continuidad suena ahora a Debussy, para luego transformarse nuevamente y evocar los pasajes más intensos de los Estudios para piano solo de Philip Glass.
El referente que suena a lo largo de todo el disco, como un archipiélago, es la música de Steve Reich, a quien Nik Bärtsch reconoce como su influencia central.
La repetición es una de las bases de esta pirámide. También lo es el ritmo. Un cántico percusivo nos invade sin tregua pero sin sofoco. Por el contrario, si algo tiene esta música es bondad: respira en calma y nos permite respirar a gusto, en calma.
Es una música zen.
El propio Nik Bärtsch ha definido la naturaleza zen de su obra y lo ha hecho de manera juguetona, creativa: tiene dos grupos que dirige, dos bandas, una de ellas se llama Ronin y la música que hace Bärtsch con ella la bautizó como zen funk
, mientras con el otro grupo que dirige y que fundó, Mobile, realiza ritual groove
.
Con esos dos grupos ha grabado discos plenos de belleza. En esas grabaciones están en germen, en botón, los materiales que ahora desarrolla Nik Bärtsch en su nuevo disco, Entendre, pero a piano solo, es decir, extrae la esencia, presenta el sumun.
También en discos anteriores, esas piezas que hoy toman cuerpo nuevo en Entendre, se titularon Modul, en número cambiante: un Modul para Nik Bärtsch es un bosquejo, una plantilla, un modelo, un módulo. Un modelo para armar.
La conjunción de todos esos módulos constituye la obra entera de este músico suizo, como una continuación de la magia que en vida creó el compositor estadunidense Morton Feldman (1926-1987), cuya obra maestra, Rothko Chapel, a partir de la obra del pintor y escultor Mark Rothko, es un referente claro del disco que hoy nos ocupa, pues lo que hace Nik Bärtsch es crear atmósferas de recogimiento, estancias para practicar la meditación, zonas áureas, anillos de Moebius.
Además de Steve Reich, otros modelos modulan los módulos de Nik Bärtsch, entre ellos y de manera notable la influencia decisiva de Igor Stravinsky, cuya potencia percusiva invade la música entera de Bärtsch.
Esa combinación ying/yang, ese equilibrio de espacios de meditación, de calma, con un pulso interior salvaje, percusivo, incesante, hace de la música de Nik Bärtsch todo un prodigio. Por eso resulta irresistible.
Y su construcción en módulos le acredita valores poco comunes: esos módulos se entrelazan, se intercomunican, se hablan entre ellos. Y podemos decir, en consecuencia, que Nik Bärtsch es autor de una obra que cambia de número pero no de nombre, porque es la misma pero nunca es la misma, siempre se transforma, imperceptiblemente a veces. Es el típico caso de un work in progress.
He aquí una tomografía de la música de Nik Bärtsch: módulos melódicos y ritmos entrelazados.
Demos la palabra al compositor para que nos defina su música en un párrafo:
Esta música dibuja su energía entre la tensión composicional, la precisión y la autodeterminación de improvisar. En entendimiento de sí mismo se despliega en la conciencia propia de la contención a manera de tallos de libertad. Conduce al éxtasis desde el ascetismo.
He ahí: ascetismo, entendimiento, conciencia, tensión, precisión, todos aquellos elementos que se conjugan en el arte sagrado del escuchar.
Por eso el disco que hoy recomendamos se titula Escuchar (Entendre).
El escuchar es tema central en el arte que nos ocupa y nos conecta con sus hermanas: la poesía, la pintura, la danza.
Por cierto. Danza. Otra vez tiene la palabra Nik Bärtsch:
Blending, melting and moving together; you can say: is dance
.
Entreverándose, fundiéndose, moviéndose juntos: es danza.
Escuchar, decíamos, es central porque representa al individuo, a nuestro ser interior, nuestra intimidad. Cada uno de nosotros escuchamos de manera diferente la misma pieza que está sonando y cada uno de nosotros elaboramos un pensamiento propio a partir de eso que suena.
Un ejemplo básico: el célebre inicio, los primeros cuatro compases de la Quinta Sinfonía de Beethoven suenan diferente en los oídos de un niño que en los de un músico: el proceso mental de elaboración corresponde, en el primer caso, a un estado de asombro y libertad, mientras que en el segundo, el cerebro del director de orquesta o el instrumentista, está de por medio la pericia, la concentración técnica, el oído afinado
.
La afinación es propiedad individual; cada uno de nosotros afinamos nuestro sentido del oído de acuerdo con nuestros intereses vitales, nuestros sueños, nuestros anhelos, nuestras alegrías o nuestros desconsuelos.
Es por eso que la música es el arte de lo inaprensible, lo intangible, lo que no se puede expresar con palabras. Su hermana gemela, la poesía, sí lo hace con palabras, pero el proceso es el mismo: una interiorización inevitable, irresistible, una intimidad que solamente atañe al individuo; es decir, a cada uno de nosotros, y de esa manera entablamos contacto con la divinidad pero al mismo tiempo con los demás, mortales igual que nosotros.
A todo esto mueve la escucha de Entendre, el nuevo disco de Nik Bärtsch, ese mago hacedor de magia transparente.
Entendre es un álbum de profundidad de pensamiento y liviandad de espíritu, de calma zen, de ensalmos, himnos, flores, mantos. Una música que otorga paz interior y alegría, sonrisas y algo muy vital: esperanza.