Maksim Znak y Maria Kolesnikova rechazaron el exilio
Los declaran culpables de conspirar y poner en peligro la seguridad nacional
Martes 7 de septiembre de 2021, p. 28
Moscú. Dos de los integrantes del consejo de coordinación de la oposición bielorrusa –que se creó en agosto del año anterior al calor de las protestas multitudinarias y pacíficas por la enésima relección del presidente Aleksandr Lukashenko–, Maria Kolesnikova y Maksim Znak, que en su momento se negaron a salir de Bielorrusia como exiliados políticos, fueron condenados ayer a 11 y 10 años de cárcel, respectivamente.
Una corte de Minsk –en juicio celebrado a puerta cerrada– los declaró culpables de formar parte de una conspiración que tenía como fin hacerse con el poder de forma inconstitucional, de exhortar a cometer acciones que ponían en peligro la seguridad nacional de Bielorrusia y de organizar y dirigir un grupo extremista
, según un comunicado oficial.
Ambos trabajaron en el equipo de campaña de Viktor Barbariko, quien se perfilaba como principal contrincante de Lukashenko y ni siquiera pudo formalizar su registro como candidato presidencial al ser detenido por supuestos delitos de orden económico, imputaciones que el opositor calificó de falsas y que, sin embargo, le valieron una condena a 14 años de privación de libertad el pasado julio.
El 7 de septiembre de 2020, cuando las otras dos mujeres que lideraron la protesta pacífica, Svetlana Tijonovskaya y Veronika Tsepkalo, ya se habían visto forzadas a salir de Bielorrusia bajo presión de las autoridades, los servicios secretos de Lukashenko secuestraron a Kolesnikova y la llevaron a la frontera con Ucrania, pero ella se negó a pedir asilo y rompió su pasaporte.
Dos días más tarde, se comunicó a su familia que estaba detenida en una cárcel de Minsk y cuando intentó visitarla su abogado, Maksim Znak, también acabó entre rejas, acusado de los mismos delitos que ella. En octubre de ese año, Kolesnikova rechazó participar en la reunión que mantuvo el mandatario bielorruso con un grupo de opositores encarcelados –algunos obtuvieron mejores condiciones como arresto domiciliario o libertad condicional–, al afirmar que, al ser inocente, no tenía por qué pedir clemencia a Lukashenko.
Tanto Kolesnikova como Znak van a recurrir esta condena en la Suprema Corte de Bielorrusia, aunque son escasas las posibilidades de que prospere el recurso. Su caso contrasta con el de Roman Protasevich y su novia rusa Sofia Sapega, quienes se encuentran en arresto domiciliario después de que el disidente, que temía ser condenado a pena de muerte cuando el avión comercial en que se encontraba aterrizó en Minsk por una amenaza de bomba al sobrevolar territorio bielorruso, dijo todo lo que querían que dijera en una conferencia de prensa.
Tras tener que declararse admirador
de Lukashenko, echó montones de lodo encima de la oposición bielorrusa, de la que llegó a ser figura relevante desde el exilio. A cambio, Protasevich –convertido en una especie de rehén de Lukashenko, repudiado por sus antiguos compañeros de lucha– salvó las vidas de su novia y la suya.